Podría hablarles de lo buena y mala que ha sido la temporada para el Huesca. Podría dedicar estas líneas merecidamente a una afición de bandera con la que sólo puedo quitarme el sombrero. Podría escribir sobre los futbolistas, los que lo han dado todo, los que han estado bien o de los que yo esperaba más, pero todo eso ya se lo han contado, ya lo han visto.
Hoy vengo a hablarles de esas cosillas, molestas para algunos, que pretenden que pasen desapercibidas porque no les interesa que se comenten mucho, pero que igual flotan en la órbita azulgrana del Huesca.
Son de esas cosas por las que te conviertes en alguien incómodo, te catalogan con calificativos de poco gusto y pasas a formar parte “de los malos”, como si aquí hubiera diferencias.
Todo nace del no estar de acuerdo, no compartir la misma opinión. Yo a veces no comparto las mismas ideas con mis compañeros de redacción o de transmisión, y por ese hecho no los catalogo de “malos”, de “equivocados” o de otras cosas peores. En este mundo la discrepancia es buena, necesaria, y si es argumentada y educada debería ser admitida.
Tras la llegada hace 13 años de esta nueva gerencia al Huesca, en los que los 3 o 4 primeros años todo fue una balsa de aceite y un mar en calma, el pensar distinto que los dirigentes convirtió esto en un periodismo de trincheras, donde si no opinabas como los mandatarios eras malo, dañino y otras cositas más. Al parecer solamente eran del Huesca los que enarbolaban la bandera del todo vale y los del ¡sí señor! Mientras daban palmaditas en la espalda.
Porque como todo en esta vida se hicieron bien muchísimas cosas y mal algunas pocas, pero estas no se podían decir, no fuera a ser que la gente se diera cuenta.
Muy bien lo ha hecho esta gerencia cuando en 13 años han convertido a un equipo salvado de milagro de descender a Tercera, en una sociedad anónima que acaba de descender a Segunda División y que ha jugado en la mejor Liga del mundo. El sueño que tuvieron dos locos del fútbol se cumplió; nos han hecho cómplices y partícipes de ello y nunca nos cansaremos de reconocerlo.
Ahora bien, me duele en lo más profundo que este club, acostumbrado a tener detalles y acostumbrado también a olvidarse de algunos, habiendo mejorado muy mucho en los últimos años en esa lamentable “guerra de trincheras” en la que se enrocaron durante algunas temporadas, hayan vuelto a pinchar en hueso.
Y han pinchado en hueso porque el bonito y merecidísimo homenaje a Juanjo Camacho no supo ser completado con el, a mi juicio, justo detalle de que Juan Aguilera se despidiera de un público que tanto le ha querido.
Al parecer, y no sé bien el porqué pero sus razones tendrán en el club, no ha sentado bien que Juan Aguilera, quien terminará contrato con el Huesca este 30 de junio, se haya comprometido con el Alcorcón. Curiosamente, Mikel Rico que el mismo 30 de junio termina su vínculo con el Athletic, estaba deseoso que su club no le ofreciera la renovación, como así ha sido, para poder venir a Huesca y abanderar el proyecto del ascenso con el Huesca. Eso sí le gusta a la dirigencia, pero no lo hecho por Aguilera. Ambas cosas son iguales pero algunos no quieren verlo de la misma forma. Una pena.
Y quiso la desgracia el sábado que Etxeita tuviera molestias y tuviera que salir Mantovani, protagonista absoluto del choque, y que a Francisco solo le quedaran dos cambios. Creo que si a los 5.575 aficionados que fueron a despedir al Huesca con honores les preguntan si prefieren que saliera Aguilera al campo, o hacer un cambio para ir a por el partido, habría ganado la primera opción.
Les digo sinceramente que con lo bien que transmite el Huesca sus valores a la provincia y a toda España, sea tan descuidado queriendo o sin querer con futbolistas, que no entran en la historia por jugar muchos partidos, pero que dejan una huella imborrable en la afición, que es quien merece el respeto de ser escuchada.
Soy incapaz de explicarle a la gente porqué los presidentes de Villarreal o Tenerife tienen una placa de reconocimiento del Huesca y porque gente como Roberto, Corona, Sorribas o Aguilera salen por la puerta de atrás. Pensaba que esas cosas se habían terminado, pero desgraciadamente veo que no.
Y eso que podría preguntar porqué un club humilde invierte 2 millones de euros en un futbolista turco que ni ha salido de Turquía ni tiene ni idea de la Liga española, su idioma y su cultura, ni porqué misteriosamente se invierte en un jugador iraní un dinero, para que después el jugador no llegue y el Huesca reclame a la FIFA que le va a devolver más de lo invertido. Pero de aquello jamás se supo.
Tampoco hablo ni pregunto porqué el Huesca, necesitando futbolistas, compra la mitad de los derechos de un jugador, que no sólo no firma por el club, sino que pasa a las filas de un rival directo. Ni porqué tras el ascenso el director deportivo pasa a ser poco menos que un cero a la izquierda en las decisiones importantes, como por ejemplo, la elección del entrenador. No pregunto nada de eso, porque entiendo que todo el mundo tiene derecho a equivocarse y que estos errores tienen perdón por los numerosos aciertos de un glorioso pasado reciente. Porque pienso que ahora que esta gerencia ha sabido despertar a una ciudad y una provincia, es mejor remar en la misma dirección que reprocharles los errores, y eso que quizá debiera hacerlo porque me considero un cronista de la actualidad, y en ella pasan cosas tanto acertadas como erróneas.
Pero luego aparecen estos gestos y uno se pregunta si le merece la pena darles la espalda y obviarlos. Tan cierto es que de 600 socios el Huesca ha pasado a 7500, como que se siguen sin pulir algunas cosas que con los inteligentes rectores del Huesca no debieran pasar.
¿Y saben qué? A la clase de pedir disculpas yo sí acudí. Sin ir más lejos pensé que ‘Chimy’ era una rémora, lo dije públicamente y me alegro mucho de haberme equivocado. ¿Lo reconocí? Sí, abiertamente y no pasó nada. Por eso, tan bonito es inyectar ilusión a una afición tras el descenso, como reconocer que esta temporada, los errores han sido más que los aciertos, y a pesar de eso, vamos a seguir creyendo a muerte que los rectores azulgranas son capaces de hacer que el Huesca retorne a Primera.
De verdad, no sé porqué cuesta tanto reconocer el error, no penaliza, no les hace peores, no les resta credibilidad. En cambio, camuflarlos solo hace que la gente se dé cuenta que saben donde se falló, pero que no lo dicen. Yo se lo seguiré recordando, igual que les reverenciaré cuando tomen la decisión acertada. Ya ven que a mí no me duelen prendas en admitir mis errores.