ZARAGOZA | El Real Zaragoza se mide al CE L’Hospitalet en su estreno en La Copa del Rey, en un torneo que camina hoy sobre una paradoja. El club le debe una parte esencial de su historia a los triunfos que ha obtenido en esa competición. Han pasado 20 años desde entonces y el fútbol parece otro en La Romareda. Los recuerdos más recientes son dos eliminaciones indignas, consecutivas, ante Diocesano y Atzeneta. Desde que hundió los pies en Segunda, el Real Zaragoza mira la Copa como una oportunidad de mercado, con los ojos de quien busca una taquilla y no el trofeo. Ha perdido esa ilusión que siempre distinguió su mirada, en las que las noches de Copa podían ser siempre la mañana de reyes.
La Copa del Rey le ofrece a Víctor Fernández la posibilidad de foguear a los futbolistas que aún no se han estrenado en la liga regular. Gori Gracia, Carlos Nieto o Cristian Álvarez están en ese lugar. Casi inédito aparece Jair Amador y en busca del tiempo perdido caminan también Adu Ares o Alberto Marí. Se espera que todos coincidan en el once ante un Tercera División, que ocupa el sector más competitivo de la geografía a ojos de Víctor. El fútbol propone una advertencia: la cita será para el Hospitalet el partido de sus vidas. Y el Zaragoza debe igualar la intensidad que se espera de los locales.
Conviene no mirar el partido como un trámite, no descuidar los detalles e imponer la diferencia de categoría. Los avisos están mucho más recientes que los momentos de gloria y se deben evitar las terribles consecuencias de una derrota. La eliminación dejó en el curso pasado una herida irreparable, que cambió de manera definitiva la temporada. Si alguien no supo antes del Atzeneta para qué estaba aquel Zaragoza, descubrimos más tarde que el grupo solo podía caminar sobre el desfiladero.
Víctor Fernández evitará la repetición de esfuerzos y se espera que se regulen las cargas de los últimos partidos. Habrá tiempo para Pau Sans, un futbolista con duende, un niño con estrella. El técnico también reubicará su media, con la voluntad de regular el cansancio, con la intención de encontrar un control que se ha perdido en las últimas jornadas. Del filial solo llegará un futbolista, con Lucas Terrer, Juan Carlos Sabater, Hugo Pinilla o Marcos Cuenca entre las cábalas. Por talento y gusto del técnico, Pablo Cortés podría estar entre las opciones, pero ha perdido el sitio en los últimos planes de Emilio Larraz.
Al margen de los nombres, la afición espera una respuesta del colectivo y evitar que los platos ratos se extiendan en La Copa. El torneo ya no ofrece para el Zaragoza la posibilidad de desafiar el orden establecido. Ganar tiene un interés estratégico, la intención de alcanzar un ingreso extra, de encontrar sensaciones para la segunda unidad. Frente al Hospitalet, La Copa ofrecen una última paradoja: solo vale vencer y, al mismo tiempo, el rival no tiene nada perdido.