ZARAGOZA| El mercado invernal del Real Zaragoza ya es historia. Lo hace, como hacía presagiar la lentitud en sus movimientos, con una nota negativa. La falta de refuerzos en posiciones marcadas desde principios de diciembre y marchas dolorosas en lo emocional y lo deportivo dejan tocado a un Juan Carlos Cordero que tiene su futuro más en el aire que nunca.
En el apartado de las salidas han sido hasta 6 las que se han producido. Algunos como Gori Gracia y Andrés Borge lo hacen como cedidos en busca de minutos, otros como Sergio Bermejo, Marc Aguado o Iván Azón en forma de traspaso y Cristian Álvarez tras colgar las botas. Unas salidas que no solo debilitan al Real Zaragoza en lo deportivo sino también en el plano sentimental y que supone una pérdida de identidad, de pertenencia.
En lo que a refuerzos se refiera, el número se reduce hasta la mitad. Llegó Kervin Arriaga en las primeras semanas de mercado y no fue hasta el último día cuando lo hicieron Raúl Guti y Dani Gómez. Hasta el momento, el rendimiento del hondureño está siendo notable y su impacto en el juego del Real Zaragoza ha sido inmediato y eficaz. Del resto de llegadas, quizás sea la del canterano Raúl Guti la que más ilusiona a la parroquia zaragocista. Con la frustración de no poder disfrutarlo tan apenas en su vuelta el año pasado, el fútbol vuelve a brindarle una nueva oportunidad de demostrar su nivel con la elástica blanquilla.
Faltan piezas en el rompecabezas de Ramírez
A pesar de que se ha reforzado la medular en cantidad y calidad, siguen existiendo lagunas en la confección de la plantilla. La más sensible y la más evidente se encuentra en la parte central de la zaga. Tras ser la demarcación más cuestionada de la temporada, Juan Carlos Cordero no fue capaz de incorporar a nadie que reforzara esta posición. Otro de los lugares en los que se puso la lupa es la de un extremo, esfumándose la opción de Radulović, cuando el jugador estaba loco por venir. Y en el lugar más señalado, queda la marcha de Iván Azón. La aparición de Dani Gómez no sirve de consuelo, porque en el mejor de los casos, sirve solo para cubrir una posición. Pero deja fundamentalmente un hueco imposible de llenar: un vacío en los corazones de la gente.