ZARAGOZA | Un año más, Juan Carlos Cordero volvió a dejar todo para el final. Tuvo tiempo de perfilar la plantilla y buscar determinados jugadores para cada una de las posiciones que así lo demandaban, pero otra vez falló en la única demarcación que el Real Zaragoza debía reforzarse por encima de todas las demás. Durante la noche del cierre de mercado regresaron los fantasmas del pasado. Como ya sucedió con Lekovic en verano, Cordero falló en el intento de firmar a un defensa central a lo largo de las últimas horas hasta el cierre de la ventana de traspasos. Se le cayeron todas sus primeras opciones y no fue capaz de darle la vuelta a la situación.
El club blanquillo llegaba al mercado de fichajes envuelto en una situación deportiva incierta. En tierra de nadie y tras cosechar malos resultados, Víctor Fernández dejó paso a Miguel Ángel Ramírez como su sucesor. El Real Zaragoza necesitaba refuerzos porque con lo que había en la plantilla no daba para aspirar a nada más que la permanencia. La hoja de ruta de Cordero se trazaba a través de la búsqueda de dos delanteros, un centrocampista, un extremo y, sobre todo, un defensa de verdad. Un central poderoso en el área y que fuera dominante en acciones de centro lateral.
La urgente contratación de esa figura defensiva cobraba aún más sentido cuando el técnico zaragocista comenzó a implantar su idea de juego. Ramírez dibujó una línea de tres centrales conformada por Clemente, Lluís y Vital. Los tres futbolistas y Jair Amador como suplente, venían demostrando un nivel muy pobre como para ser titulares en un equipo con aspiraciones a estar entre los seis primeros clasificados. Errores groseros propios de categorías inferiores denotaban sus grandes carencias. De esta forma, la necesidad de firmar a un central que solventara esos problemas resultaba crucial.
La caída de las primeras opciones
Ante la tesitura de hacerse con los servicios de un defensa central que diera un salto de nivel hasta lo entonces visto, Juan Carlos Cordero comenzó a sondear diversos nombres. El primero fue Arnau Tenas del Basilea y con pasado en La Masía pero cuando parecía que iba a recalar en la capital maña, el Eibar se adelantó y se hizo con él. A los días, apareció en escena una apuesta exótica y totalmente desconocida. Maksym Dyachuk, ucraniano del Dinamo de Kiev tenía todas las papeletas para ser nuevo jugador zaragocista pero por arte de magia las negociaciones se rompieron.
Así pues, el director deportivo cartagenero se vio incapaz de firmar un central para la zaga zaragocista y renunció. Casi sobre la bocina sonaron nombres como el de Sedlar o el de Aridane, pero ambos resultaban inviables desde el prisma económico. Cordero volvió a fracasar en la demarcación que más urgía en el seno de la plantilla y de nuevo salió señalado después de un mercado pobre, desilusionante y triste a partes iguales.