ZARAGOZA | El fútbol duele en Zaragoza por muchas cosas, pero ninguna parece tan triste como el posible adiós de Cristian Álvarez. Una lesión muscular en el sóleo le aleja del circuito de la plantilla. La sombra puede ser todavía más amplia y, según El Periódico de Aragón, Cristian está meditando su retirada. Sería un cierre desgarrador, un mal final para una carrera imborrable.
Las lesiones, su última sombra
Las lesiones musculares han masacrado a Cristian en el último tramo de su carrera. Artífice de milagros, sus fibras le han hecho humano, un líder sin partidos en este curso. Esperó su momento en La Copa del Rey y Víctor se lo negó, en una de las decisiones más impopulares y probablemente injustas que tomó en su cuarta etapa en La Romareda. Hoy, y solo unos días después de pensar en una salida, el encierro le lleva del banquillo a la enfermería. Y todo indica que esta vez Cristian ha perdido la fe y las fuerzas para un último intento.
Durante los últimos meses ayudó entre bambalinas, trabajó en silencio, aplaudió el resurgir de Gaëtan Poussin. Líder espiritual, sus gestos valían más que las palabras de otros y sus reflexiones siempre eran escuchadas. Habló poco y se entregó al Zaragoza, en busca de una réplica del tiempo, de una última parada. Su imagen más reciente llegó en el entrenamiento a puertas abiertas. Ahí animó, alentó al público, atendió a los niños y demostró que seguía siendo el mejor reflejo del zaragocismo. En un momento dado agitó sus manos como una estrella del rock, como el ídolo que es. Nada pareció más emocionante.
Cristian Álvarez, un líder espiritual
Cristian salvó muchas veces al Zaragoza porque el Zaragoza le salvó una vez a él. Volvió de su retiro y escuchó el susurro de los dioses de este juego, que le indicaron siempre la próxima parada. Duele pensar que la última haya llegado sin que nos diéramos cuenta, como si el fútbol y la vida se movieran a la velocidad de la luz, como si el fútbol fuera efectivamente escaso de memoria. Con Cristian no se olvidarán sus mejores momentos: los años en los que pudo volar. Si el Zaragoza pudo soñar con el ascenso, fue gracias a sus milagros. Si pudo evitar el abismo, también.
Durante algún tiempo, la marcha de Cristian Álvarez será un trauma para el zaragocismo, una percepción similar al miembro fantasma: la impresión que tienen los amputados ante la extremidad que ya no está, pero que el cerebro aún no ha podido olvidar.
Después, volverá al Zaragoza, e incluso puede que ni siquiera llegue a irse. Vivirá en el sitio de las leyendas, en el lugar que le pertenece desde hace tiempo.