ZARAGOZA | Cristian Álvarez dijo adiós en un acto conmovedor, en un día de duelo para todo el Real Zaragoza. Lo hizo con su voz de siempre, limpia, reflexiva, en una despedida que solo podía ser suya. Distinto en todas las cosas, articuló un discurso cotidiano, lleno de pausas, zaragocista. Cristian habló del cariño que ha recibido y lo hizo desde la gratitud, desde una emoción cabal y contenida. Una sala repleta ovacionó a un portero imprescindible, diferente, artífice de los últimos milagros demostrados en La Romareda. Su primera intervención, abrochado en su aspecto de rockstar, tuvo un punto genial: “Demasiado para un pibe de Rosario, ¿no?”
“Gracias por estar acá. No me alcanza el corazón para agradecerles a todos. Abrazaría a toda la ciudad y a todos aquellos que me han inyectado el zaragocismo”, dijo después. En su discurso recordó un momento en Gijón como el punto en el que cambió todo, un penalti parado en El Molinón, un triunfo ante sus fantasmas. Cristian Álvarez voló mil veces en La Romareda, recordó también el estadio vacío, el sonido hueco de las gradas sin gente. Su retirada llegó en un punto claro: “A raíz de la última lesión decidí dejarlo. Lo venía barajando muy dentro. Siempre tuve la esperanza de jugar, no vine a pasearme por la temporada. Quería volver y tener esa oportunidad. Supongo que me fui mermando mentalmente”.
Cristian Álvarez y un adiós tranquilo
En paz con su marcha, Cristian Álvarez supo ser fiel a sí mismo, a un patrón que le convierte en alguien único y diferente: “Estoy feliz con mi marcha. Tengo la conciencia tranquila. Me voy bien, a mi manera. Defendí los valores que me enseñaron en casa. Nunca me traicioné”. En su intervención dejó una voluntad, está dispuesto a vivir una etapa diferente, a ser un enlace entre el vestuario y el resto de las cosas: “Me encantaría acompañar al Real Zaragoza desde otro lugar y verlo crecer como creo que va a crecer. Vienen años fenomenales y no me los quiero perder. Quiero transmitir zaragocismo a los nuevos jugadores”. Dijo también que sus colores se explican desde la verdad, desde el puro sentimiento. Habló del oficio del portero, de la responsabilidad permanente: “Ser portero te vuelve diferente”.
Y entre un mar de frases legendarias dejó dos citas que son para siempre. La primera resume el amor por el juego, por su profesión: “Ser futbolista es lo más lindo del mundo”. La siguiente descubre también sus lazos con una ciudad y con un club que ya es su hogar: “Ser portero del Real Zaragoza me lo dio todo”.