ZARAGOZA | El Real Zaragoza DHJ logró el acceso a la final ante Las Palmas, en un partido bonito y vibrante, que empezó y acabó desde los once metros. El triunfo del equipo de Garcés se explicó a través del sacrificio coral y del sentido colectivo. Y se resumió también a través de los milagros de Sergio Berrar y el gol definitivo de Hugo Pinilla.
El Real Zaragoza empezó con seguridad el partido, con el paso de un aspirante, con voluntad de campeón. Dominó la escena en la entrada y trazó pases entre los botes que ofrecía el césped. Hugo Pinilla mostró pronto su intención y ganó el pasillo interior. Desde allí proyectó dos disparos peligrosos, llenos de veneno. Fue la carta de presentación de un equipo que se asentó pronto, que buscó también la carrera de Jorge Franco y el regate de Cantero. Capaz de abrir en canal los partidos, el extremo pidió vez en el encuentro para más tarde.
Momento Berrar
Las Palmas mostró que había ido a Extremadura también para vencer. Abrió el debate y se presentó en el área de Berrar con todo, con el talento de tres demonios en su ataque: Arturo Rodríguez, Iker León y Sergio Ruiz. El equipo canario lo intentó primero y amenazó después, hasta forzar un milagro del portero. A un córner le siguieron unas manos, que parecieron dudosas desde la óptica zaragocista, injustas para el capitán general David García. Berrar le prometió a su central que le salvaría. “Lo vas a tirar por aquí”, le gritó a Sergio Ruiz, el lanzador. Y el portero señaló a un lado y se tiró al otro, hasta detener el tiempo con su salto y el balón con su mano.
El equipo de Garcés celebró la intervención de su portero y algo les dijo que en esa acción habían empezado a ganar el partido. Guardaron las distancias, pelearon por el que tenían a su lado y supieron leer el juego. Entendieron que la victoria pasaba por el rigor competitivo, el control emocional y el cuidado de los detalles. También por una virtud que este equipo siempre ha mostrado: su capacidad de supervivencia. Antes del descanso, el Zaragoza volcó el juego al carril de Daniel Cantero, veloz, escurridizo, que pertenece a una estirpe que no debería acabarse nunca: la del regateador puro. Cantero hizo su vida a pie cambiado, salió para los dos perfiles y se quedó a un palmo de cantar su gol antes del descanso, como también sucedió antes de la prórroga.
La segunda mitad: empate técnico entre Real Zaragoza y UD Las Palmas
En la segunda mitad, presidió el respeto, el miedo al fallo. Creció Las Palmas a través de la sociedad que formaron Ruiz e Iker León. Se defendió el Zaragoza con la zaga del futuro. Hugo Barrachina y David García forman una pareja prometedora. Complementaria, que demuestra que a veces el fútbol funciona por la teoría de los opuestos. David García tiene el mando y la jerarquía, el don de liderar desde el ejemplo, con barro siempre en sus botas. Hugo Barrachina ni se mancha ni se despeina. Y es un central moderno: limpio, maduro y elegante. En los laterales, Jaime Sánchez y Dani Olmos representan la constancia y el valor del esfuerzo.
El equipo de Javi Garcés supo que el duelo se decidiría en un detalle y esperó su momento. Palacio y Tobajas se desfondaron en un ejercicio de solidaridad ejemplar. Con ese despliegue cubrieron todos los metros del mundo y dejaron que Pinilla estuviera fresco para el momento de la verdad. El cachorro, ya en dinámica del filial, acariciaba el balón, en una carrera que siempre parece más estetica en sus pies que en los del resto. El enganche, sin Jorge Franco sobre el césped, intercaló los ataques con Daniel Cantero, que se encorba en cada dribling, hasta activar un motorcito veloz, un truco constante. Parece sacado del túnel del viento. Justo antes de acabar el partido, el extremo tuvo una gran ocasión. Su disparo se encontró con la palomita de Ojeda.
Hugo Pinilla, el 10 del Real Zaragoza
Llegó la prórroga y el momento de los elegidos. Allí apareció Hugo Pinilla, con sus medias bajas y su fútbol de seda. Perfilado desde la diestra, se deslizó en el área y el defensor de Las Palmas picó en su anzuelo y forzó su tropiezo. Penalti. Era el momento que Pinilla había soñado, el motivo por el que viajó hasta Extremadura, el punto en el que el 10 podía ser definitivo. Desde los once metros respiró y ejecutó suave, con calma en el punto en el que otros tienen prisa (0-1).
Marcó Pinilla y el Zaragoza tomó medio billete hacia la final. El otro medio le correspondió a Sergio Berrar, que anuló todos los remates, que detuvo el asedio de Las Palmas en una actuación mágica. La semifinal se cerró con un ejercicio de resistencia del equipo de Garcés, que volvió a mostrar que tiene un carácter competitivo especial, madera de campeón. En una tarde inolvidable y en una disputa igualada, la diferencia se hizo desde los once metros. Desde ese lugar, el Real Zaragoza siguió soñando con un trofeo que parece cada vez más real.
Ficha técnica:
UD Las Palmas (1-4-3-3): Ojeda; Pezzolesi, Diego Rodríguez, Óscar (Velázquez, 101’), Monzón (Ponce, 91’); Josito, Aaron Jorge (Merino, 115’), Delgado (Adrián Medina, 69’); Arturo Rodríguez, Iker León (Artiles, 101’), Sergio Ruiz (Robles, 69’).
Real Zaragoza (1-4-2-3-1): Berrar; Jaime Sánchez (Valhondo, 105’), David García, Barrachina, Olmos (Íñigo Cortés, 105’); Tobajas (Laseca, 96’), Palacio; Cantero, Pinilla, Sesé (Gomes, 82’); Jorge Franco (Herrero, 66’).
Tarjetas (Sevillano Marín): Amarilla a Monzón (12’), Tobajas (38’), Delgado (66’), Pinilla (83’), Valhondo (108’), David García (117’) y Juan Gabriel (118’).
Goles: 0-1 Pinilla (p.) (98’).