ZARAGOZA | El Real Zaragoza mostró ante el Real Valladolid su tamaño competitivo. Cordero ha construido un plan ambicioso en los despachos y el equipo corresponde en el césped. Escribá repitió la identidad y los intérpretes en su duelo ante el Valladolid. Cuando el partido se prestaba al intercambio de golpes, cuando volvía a estar para un solo detalle, Alejandro Francés logró la ventaja y el gol del triunfo.
Antes, Cristian Álvarez había tenido que intervenir hasta en tres ocasiones. Casi las mismas que tuvo que actuar después en la segunda mitad, en el tramo de mayor sufrimiento. Cristian le prestó al partido sus puños y bloqueó todas las tentativas del Valladolid, guiado por la zurda de Iván Sánchez y el regate de Tounde. En el carrusel del juego, el Zaragoza buscó la superioridad en el centro. Marc Aguado volvió a ser el centinela. Mientras, Francho recorrió todos los caminos de su perfil, en busca de la sociedad con Fran Gámez y del centro. Moya levantó la cabeza y condujo muchos de los intentos. A unos pasos estaba Maikel Mesa, un futbolista lleno de detalles, un guante elegante en un juego que se escribe con espinas.
Iván Azón también pidió su turno en el partido, mucho más fácil de encontrar durante el primer tiempo que Sinan Bakis. El 9 del Zaragoza buscó la profundidad, ganó duelos ante los centrales y probó fortuna en dos disparos. La ocasión le llegó siempre más cerca del perfil derecho que de ningún otro sitio. Primero, se topó con la red lateral. Después, el tiempo que había ganado en la carrera, lo perdió en el control. Su disparo, duro y seco, fue enviado a córner por Jordi Masip.
Francés hizo el gol del triunfo
La ocasión precedió al primer gol del Real Zaragoza, que llegó tras un centro de Toni Moya. Francés, que siempre fue un defensor con sueños de delantero, resolvió en el área. Los bloqueos le aclararon el panorama. Francés controló y resolvió con una volea limpia, inapelable (1-0).
Hubo incertidumbre en la celebración del tanto y en los minutos que siguieron al gol. El árbitro amagó con castigar un abrazo entre Francés y Cedric. La revisión lo aclaró todo: el fuera de juego anuló la acción y los miedos de la grada. Se repuso bien del susto el Zaragoza, que mostró que en el fútbol ningún viento es tan favorable como el de los goles. Azón insistió en busca del tanto y del penalti, mientras Toni Moya conducía, Maikel Mesa dejaba sus destellos y Francho volcaba el fútbol hacia su perfil.
La primera mitad terminó de ese modo, con un Zaragoza pleno, atrevido, convencido de sus posibilidades. Y en la segunda, empezó encontrando los mismos secretos para el juego. En el perfil diestro, Francho Serrano diseñó la misma pista para el Zaragoza. Se vistió de extremo, lo intentó siempre y generó ventajas para él y para el resto. Poco después, el VAR anuló el gol de Maikel Mesa, que había vuelto a aparecer, habilitado por Francho, en la zona del remate.
Triunfo de prestigio
El Zaragoza supo controlar entonces los tiempos del partido, el entusiasmo que le puso el Valladolid a través de sus cambios. Una jugada fue especialmente simbólica. Marc Aguado le rebañó el balón a Joni Montiel y el Zaragoza pudo correr poco más tarde. Con espacio y tiempo, al Zaragoza le faltó un punto de claridad en busca de la sentencia. De nuevo, los dos canteranos de su media, le sacaron brillo a las transiciones. Marc Aguado fue el coche escoba: llegó a tiempo a todos los cruces, veloz en el inicio de la jugada, decidido en la recuperación. Francho Serrano le dio vuelo al contragolpe, rápido en la carrera, ágil en la toma de decisiones.
No se rindió el Valladolid, que heló la sangre de la grada en el tramo final. Y lo hizo siempre a partir de Iván Sánchez, el futbolista más creativo de su plantilla. Su golpeo, siempre de zurda, se encontró con el larguero, cuando Cristian Álvarez parecía ya vencido. Lucas Rosa tuvo su ocasión poco después, pero su disparo se perdió a un dedo del gol.
Le faltó balón al Zaragoza en este punto, para calmar los nervios del juego. Quiso acortar las jugadas y todas acabaron demasiado pronto. El Valladolid amasó la acción en busca del empate, pero el equipo de Escribá se mostró serio, férreo en la mayoría de sus defensas. Mollejo activó una presión silenciosa, que fue útil para conservar el triunfo. El resto de los cambios aportaron sacrificio, pero poco más.
Venció el Zaragoza en un partido que sirve para mostrar su identidad competitiva. Es un equipo maduro, compensado, capaz de vencer también en un día grande y en un duelo referencial. El equipo de Escribá ganó un encuentro difícil. Supo sufrir en los tramos más complicados, marcar en el momento clave y defender en masa después. Puede parecer pronto para decirlo, pero su rostro es ya el de un equipo ganador.