ZARAGOZA | El Real Zaragoza perdió ante el Mirandés (0-1) en un partido que fue muchos en uno solo. El equipo de Escribá cayó de maduro, después de haber hecho un esfuerzo sobrehumano desde la primera mitad. En ese punto, la expulsión de Sergi Enrich acabó por marcarlo todo. Los maños reaccionaron bien, con valentía y amor propio. Pero no encontraron el remate que cambiara el rumbo, la suerte que al principio solo era suya.
La revolución de Escribá se escribió en el once, con el regreso de Quentin Lecoeuche en tiempo récord. También Sergi Enrich ocupó contra pronóstico el sitio de Sinan Bakis y repitió Borge aunque fuera en el perfil diestro. En la zona de creación volvieron a coincidir Toni Moya y Jaume Grau. Durante el primer tramo, al equipo le sentó bien: el fútbol fue vértigo e intención. El Zaragoza mostró mayor agresividad sin la pelota y buscó la pista que dibuja Germán Valera. El extremo asumió la responsabilidad, desequilibró y fue un agitador ideal de todas las jugadas. El juego se volcó hacia su perfil y el murciano fue el mejor portavoz de los regates. En la primera media hora generó las tres mejores ocasiones de su equipo. Sacó dos centros desde el costado que eran medio gol y forzó medio penalti.
El Zaragoza, más ágil en el juego, miró de reojo a una pareja de diablos. Gabriel Martínez y Carlos Martín nunca duermen, ni siquiera cuando lo parece, y hablan el mismo lenguaje, el del fútbol puro y el remate. Los dos se quedaron a un paso del gol, en centros medidos y peligrosos, fabricados en la pizarra de Alessio Lisci. Así se pasó del tanteo a la aceleración, sin estaciones intermedias.
La expulsión de Sergi Enrich
Antes del descanso, el partido se volvió más loco que nunca. Sergi Enrich quiso ganarse su lugar en el juego a través de la pelea, tenso en cada balón dividido. Un golpe en la primera mitad le había dejado sangrando y le hizo perder la cordura. Luchó en busca del gol, hasta provocar la falta al portero. Un minuto más tarde midió fatal una disputa y le dejó los tacos a Gabri marcados en su hombro. Lleno de revoluciones, Enrich pedía una explicación para su roja. El árbitro sentenciaba: “Está comprobadísimo”.
Enrabietado, el Zaragoza pudo marcar antes del descanso. Germán Valera aceleró y provocó un tumulto en el área. Maikel Mesa remató al rival y tampoco Toni Moya acertó en la opción que llegó más tarde. La expulsión le sentó bien al Zaragoza, que tras la reanudación bordeó más que nunca el gol. Iván Azón estrelló contra el larguero, con todo a favor, un centro perfecto de Quentin Lecoeuche. El francés mostró que en su carrera hay una mecánica ágil y, en sus centros, una fina melodía. También, que aún no está preparado para jugar 90 minutos.
El coraje del Zaragoza le hizo igualar las fuerzas, mientras Gabri seguía siendo la mayor amenaza. El delantero le propuso un baile a Francés y su disparo se fue por muy poco. Los minutos pasaron y las piernas empezaron a fallar. La ruleta de cambios le dio refresco a un equipo que se debilitaba, como una consecuencia lógica de la expulsión. El Zaragoza eligió el balón para descansar, pero a su fútbol le faltó profundidad y tentativas desde lejos.
El zarpazo definitivo
El Mirandés nunca quiso desprotegerse, a pesar de que jugó con uno más durante la mitad del partido. Esperó su momento, maduró el cansancio del Zaragoza y buscó en el tramo final el zarpazo definitivo. Llegó en el minuto 88, en una acción veloz, fugaz y definitiva. Fue el peor de todos los pestañeos. Diego Moreno ganó la línea de fondo y su centro, venenoso, rozó en Jair. El balón acabó en el primer palo, ya desprotegido. Cristian Álvarez intuía el pase de la muerte, pero no el peor de los rechaces. Así, con oficio y poso, ganó el joven Mirandés en La Vieja Romareda. Cómodo también en las últimas acciones, las más desesperadas del Zaragoza.
No puede haber reproches para un equipo que peleó contra su suerte, que llenó el césped de esfuerzo e intención. Quizá todos puedan concentrarse en Enrich, que se dejó llevar por la emoción en su primera titularidad. La derrota de los maños fue amarga y quizá el síntoma más visible de un anuncio que llegó antes de tiempo: han cambiado los vientos. Y hoy, la fortuna es cruel con el Real Zaragoza.
Ficha técnica
Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Andrés Borge, Alejandro Francés, Jair Amador, Quentin Lecoeuche (Santiago Mouriño, 73); Jaume Grau, Toni Moya (Aguado, 68); Germán Valera (Víctor Mollejo, 73), Maikel Mesa (Bermejo, 91); Iván Azón (Manu Vallejo, 68) y Sergi Enrich.
CD Mirandés: Luis López; Rubén Sánchez (Diego Moreno, 55), Pablo Ramón, Barbu, Barcia (Gómez, 66), Alcedo; Tomeo (Tachi, 79), Reina; Baeza (Álvaro Sanz, 66), Gabri Martínez (Durdov, 79); y Carlos Martín.
Árbitro: Galech Apezteguía (Comité Navarro). Expulsó a Sergi Enrich al filo del descanso. Amonestó a Barcia (5), Jair (16), Rubén Sánchez (44), Mouriño (91), Durdov (94) y Pablo Ramón (96).
Goles: 0-1, min. 88: Jair, en propia puerta.