La SD Huesca se reencontró con la victoria y lo hizo, probablemente, sin el futbolista que hasta hace poco las cimentaba; sin el que permite tener un partido bajo control y llegar a dominarlo en campo contrario. No jugó Aguilera y tan solo quedaba adivinar cómo iban a formar Sastre, Melero y Moi Gómez, los centrocampistas que alineó Rubi para enfrentarse al frágil aunque habilidosísimo Barça ‘B’.
Y en ausencia del ‘5’, el técnico barcelonés optó por cambiar el esquema. Dispuso un claro 4-4-2, quedando Sastre, su ‘preferido’, y Melero como pareja de mediocentros y Moi echado a un costado, el izquierdo. Rubi asumió el riesgo de poder ser superado por dentro para debatirle, más si cabe, el balón al filial blaugrana. Cuando lo poseían los de Gerard López mediante los centrales, el Huesca presionaba situándose al completo en campo contrario, dificultando la salida para que esta no fuese limpia y hubiese opción a recuperar cerca de la meta.
Las veces en las que el Barça ‘B’ lograba conectar por dentro y avanzar con criterio, los azulgrana replegaban en un bloque medio mientras ‘Cucho’ o ‘Chimy’ se encargaban de que Rivera no pudiese jugar con comodidad y, así, que la medular barcelonista formada por un pivote y dos interiores no superase fácilmente a Melero y Sastre, el segundo local que más corrió (11,8 km.), solo por detrás de Moi (12 km.). En el contexto de impedirle al rival asociarse con el criterio suficiente como para que resultase una amenaza, el Huesca siempre quedaba atento a aprovechar la transición ofensiva que pudiese darse lugar.
Controlado el juego de posición del cuadro visitante, al oscense le quedaba cómo proponer e intentar superarle. Lo hizo con un Alexander más retrasado que de costumbre dada la incursión de Ferreiro en la banda derecha y la posición tan interior de Moi, que liberaba a Brezancic en el carril izquierdo. El Huesca centró sus ofensivas, por tanto, por el costado derecho, donde apoyaban ‘Cucho’ o ‘Chimy’ y donde ejecutó casi el 66% de sus ataques en la primera mitad, y fluyó en la gestación de la acción en campo propio.
Sastre completó uno de sus encuentros más certeros. Siendo el primer pilar en la salida del cuero, tan solo erró dos entregas; si bien sus pases eran de seguridad, muy cortos o en horizontal. La intención: que el balón no se detuviese y siempre encontrase destinatario; era Melero quien se encargaba de filtrarlo a posiciones más avanzadas. Y el balear, sin el esférico, tampoco sufrió. Fue el centrocampista del Huesca que más balones recuperó (5) dado su puesto y porque Gerard López no interpretó cómo Aleñá podría haberle hecho mucho daño si hubiese partido desde una posición más centrada.
Así, a un Barça ‘B’ estéril en la conducción interior se impuso un Huesca al que Rubi dejó sin Aguilera otorgándole a Sastre el escenario ideal, un escenario reforzado por la impericia de Gerard y el inteligente trabajo del colectivo.