ZARAGOZA | El Real Zaragoza perdió muchas cosas en la derrota ante el Cartagena. El equipo de Julián Calero asaltó La Romareda de manera silenciosa, sin ser visto ni aplaudido, con un fútbol que se explica a través del fondo y no de las formas. Venció como quien roba en la casa de invitados, después de haber tomado tostadas y probado el mejor vino de la bodega.
Colaboró el Zaragoza, que llenó el partido de centros, pero que se perdió en los remates. Superior en el número, ganó en el juego, pero perdió en el lugar que de verdad importa: en las áreas. Encajó su segunda derrota consecutiva y la primera de Julio Velázquez en La Romareda. El equipo pasó de ser la viva imagen del técnico en la banda a ser tan confuso como lo es él ante los medios.
Hubo una impotencia manifiesta en el Zaragoza, un quiero y no puedo interminable. Tuvo que ser Francés el que empatara el partido y Badía el que mantuviera la llama. La apagó Fontán como un suspiro, sin remordimientos, hasta robar las llaves de casa. El resultado dejó a La Romareda en depresión, con la duda de si la temporada está ya acabada.
Cuesta creer que pueda ser así, que no haya luchas en el curso. Pero la derrota sí que dejó una sensación amarga: el Zaragoza no aprovecha las mil opciones que ofrece la competición y pierde el día en el que tiene la obligación de ganar.
La afición se mueve ahora en un dilema recurrente. Teme que la temporada que pareció ilusionante sea tan cruel como las anteriores. Una voz desde la distancia buscó en un grupo zaragocista un resumen de un partido que no había visto.
-¿Alguien me puede explicar cómo hemos perdido un partido contra 10, en el que hemos tirado 20 veces? ¿Cómo es posible que en una jornada llena de empates hayamos desaprovechado otra oportunidad?
Otra temporada de mierda.
El análisis llegó en un grupo cualquiera y sorprendió por una simple razón: hasta entonces había sido siempre el más soñador de todos los integrantes. Su sentencia final dejó al grupo congelado, tiritando, en plena reflexión. Alguien buscó entonces una conclusión algo solemne:
-Creo que se ha perdido algo más importante que una racha en casa o los puntos. Se ha perdido la fe.
La respuesta del resto define al zaragocismo:
-Yo me acabo de comprar la entrada para Villarreal-dijo uno.
-Yo también. Me niego a perderme dos partidos seguidos del Zaragoza. -sentenció el más soñador de todos. Un rato después de su primer mensaje, volvía a ser el mismo.