Dani Lasure (Zaragoza, 1994) acaba de cerrar su historia en el Real Zaragoza. Ejemplar en el fútbol y en la vida, siempre fue capaz de superar las dificultades y de adaptarse al cambio. Ahora, antes de afrontar una etapa distinta de su carrera, repasa con sportaragon.com todo lo vivido en La Ciudad Deportiva.
Llega feliz y liberado, como si no se cansara de resumir en unas líneas una historia llena de fascículos. No ha perdido su sentido de club y su mirada se ilumina al hablar del Real Zaragoza.
La rescisión de mi contrato es una decisión del club. Yo hubiese querido seguir en el Real Zaragoza y retirarme aquí. Me ha faltado una despedida en La Romareda, pero me voy feliz por lo que he conseguido.
¿Cómo has vivido estas semanas? ¿Qué supone para un zaragocista de siempre ponerle un punto final a esta historia?
Han sido días intensos, en los que he hecho balance de muchísimos años como zaragocista. Te pasan por la cabeza muchas imágenes y muchas de las cosas que he vivido. En un primer momento sientes frustración: me voy sin haber podido disfrutar de una despedida en La Romareda. Quería volver a vestir la camiseta del Zaragoza en nuestro estadio. Esa sensación me ha pesado un poco. Eso surge por un lado. Por el otro, aparece la felicidad. Cuando hago balance, me vienen muchas más cosas buenas que malas. Me voy con orgullo, feliz por lo que he conseguido.
¿La rescisión de tu contrato es una decisión consensuada?
No. Es una decisión del club. Me han dicho en varias ocasiones que era una elección deportiva, que no se trataba de nada personal. Entiendo que forma parte de la dinámica de los equipos y que en este caso me afecta a mí. Pero yo hubiese querido seguir en el Real Zaragoza y me hubiese encantado retirarme aquí.
Los años de formación y una generación especial
No creo que la nuestra sea una generación perdida. Hemos aportado y muchos hemos alcanzado el fútbol profesional. Sí que me queda la sensación de que podíamos haber dado algo más en el plano deportivo. Ha pasado nuestro tiempo y no hemos conseguido nuestro objetivo: ascender a Primera División
Ahora has tenido que abandonar la Ciudad Deportiva, tu casa de siempre, pero ¿recuerdas la primera vez que entraste en ella?
En realidad, no ha cambiado tanto. Sigue siendo la misma sensación de ilusión y de pasión por entrenar allí, por defender los colores de tu equipo. Ahora estaba entrenando en el campo 6 y recuerdo que en el año de mi entrada a La Ciudad Deportiva ya jugaba allí los partidos. Tienes la impresión de que eres el mismo chaval, pero con más experiencias y otros compañeros. No ha habido tantos cambios, porque en mi caso la ilusión seguía intacta. Incluso tenía más ahora. Cuando entras, tienes muchas aspiraciones pero se quedan ahí, en la imaginación. Ahora, esas aspiraciones se convertían en una ilusión real, en la posibilidad de jugar cada domingo en La Romareda. Eso lo veía en mi primer día como un sueño lejano…
Para que ese sueño se cumpliera, ¿hay algún momento que recuerdes especialmente, un punto en el que te cambiara la vida?
En mi caso ha sido una cuestión de constancia. He estado bastantes momentos en el alambre en La Ciudad Deportiva. Vas cumpliendo etapas y siempre tienes piedras en el camino. Hay muchos puntos en los que se te puede acabar el sueño. Siempre tuve la impresión de que tenía que superar obstáculos que aparecían en forma de muchas cosas; de lesiones, de competencia, de mis propias condiciones físicas. Pero creo que en mi evolución sí que hubo una temporada clave. Fue en mi último año de Juvenil, en División de Honor. Me vi con la capacidad que se necesita para competir al más alto nivel. Vi que mi cuerpo se había desarrollado y entonces sentí que estaba preparado para todo.
¿Cuáles son los entrenadores que te marcaron entonces?
Siempre traté de exprimir al máximo los años que compartí con mis entrenadores y de cada uno de ellos me he llevado algo bueno. Es cierto que hay técnicos a los que les tengo un cariño especial. Diego Martínez fue el entrenador en esa temporada en División de Honor Juvenil. Tengo un recuerdo buenísimo de él, no solo por su propuesta sino por sus valores humanos. Fue un técnico diferente al resto, me marcó mucho. También César Láinez fue muy importante para mí. Con él di el salto previo al fútbol profesional, siempre promocionó a los canteranos y a mí me ayudó a dar ese paso tan decisivo.
Perteneces a una generación en la que también estaban Jorge Pombo, Raúl Guti, Álex Zalaya o Rai de Nascimiento, ¿tienes la impresión de que es una generación perdida?
No creo que sea una generación perdida. Hemos aportado en el club y hemos alcanzado el fútbol profesional. No muchas generaciones tienen la suerte de hacerlo y que aparezcan tantos de golpe no es habitual. Pero sí que me queda un poco la sensación de que se podía haber dado un poco más en el plano deportivo. Nuestra generación tenía capacidad para llevar al equipo a Primera División, pero por diferentes circunstancias no hemos tenido esa suerte. Cuando llegas, tienes la sensación de que vas a estar toda la vida en el primer equipo. Te cuesta entender que pueden ser solo dos o tres años. O se alinean los planetas y coincidimos todos en ese momento de plenitud o los momentos pasan. Ha pasado nuestro tiempo y no hemos conseguido el objetivo que nos marcamos al llegar al primer equipo: el ascenso a Primera División.
Lo mejor de la cantera es que después de nuestra generación han subido futbolistas de otras y han renovado esa energía. La gente no ve a Guti pero ve a Francés. No ve a Pombo pero ve a Francho Serrano. Se sigue manteniendo esa llama y se consigue que el zaragocismo siga vivo.
A lo mejor ha habido generaciones de cantera tan buenas como la vuestra o las que han llegado después, pero pocas han sido tan necesarias…
Puede ser. Entramos en un momento decisivo, con el club en mal estado económico. Parecía que se había tocado fondo. Con nuestra llegada se renovó la ilusión, en ese primer año en La Romareda se dio un impulso. Sí que da la sensación de que no se ha aprovechado toda esa energía que procede de esa generación para culminarlo en algo bonito. Lo mejor de todo es que después han subido futbolistas de otras generaciones y esa energía también se ha renovado. La gente no ve a Guti pero ve a Francés. No ve a Pombo pero ve a Francho Serrano. Se sigue manteniendo esa llama y se consigue que el zaragocismo siga vivo.
Su llegada al primer equipo
Jugar con Borja Iglesias era una maravilla. El fútbol era mejor y más sencillo. Era tan bueno que te hacía mejorar a ti
Llegaste al primer equipo con Natxo González en una temporada muy especial, en la que os quedáis a las puertas, ¿cómo recuerdas tu primer año en el fútbol profesional?
Fue un año precioso, estuvimos a punto de ascender. Desde las navidades todo salió rodado. Después de una vuelta entera sin conseguir demasiados puntos, el club decidió darle continuidad a su apuesta por Natxo González. Fue una decisión inteligente. Era una persona equilibrada, prudente, normal. Con él me sentí muy cómodo, quizá porque sus valores siempre se parecieron a los míos.
El Zaragoza eligió la pausa en lugar de la prisa…
A partir del parón, todo empezó a funcionar. La plantilla encontró un momento de forma muy bueno, era un gran grupo, muy equilibrado, con una mezcla ideal de veteranía y juventud. A mí me empezaron a dar continuidad y disfruté como un enano. Ganamos la mayoría de los partidos y nos ilusionamos. Se genera algo que yo no había visto en el primer equipo en muchos años.
¿Ni siquiera en el playoff que acaba en Las Palmas?
Quizá entonces el ascenso estuvo más cerca, pero yo no tuve la misma sensación que en ese curso. Quizá porque lo estaba viviendo desde dentro, pero en esa ocasión parecía que se estaba gestando algo muy especial. Lo que sucedió ante el Numancia fue una pena. La Romareda llena, un día precioso, todo era perfecto para ascender. Se me sigue poniendo la piel de gallina solo de recordar ese partido y lo duro que fue el final. Fallamos muchísimas ocasiones claras, de todos los colores. Fue increíble. Aquel día estaba claro que no podíamos ganar y además yo lo percibí desde dentro. Hubo un punto del partido en el que tuve la impresión de que estábamos fuera, de que daba igual lo que hiciéramos porque no íbamos a vencer. Lo sentí, había algo que fallaba, que hacía que el balón no pudiera entrar.
¿Cómo era jugar con ese Borja Iglesias?
Una maravilla. En general en ese grupo se provocó una energía especial, una compenetración casi perfecta. Jugábamos con rombo y tenía en la zona de los volantes a Febas, Guti o Zapater. En la distancia aparecían Jorge Pombo y Borja Iglesias. Todos ellos sabían lo que yo iba a hacer y yo sabía lo que iban a hacer ellos. Jugar era muy fácil. Era una sensación de ayuda constante, de mucha comodidad. Con Borja Iglesias el fútbol era mejor y más sencillo. Si filtrabas un balón, él lo iba a hacer siempre bueno. Era tan bueno que te hacía mejorar a ti.
Bueno en el fútbol y en la vida…
Borja Iglesias lo es. Un compañero magnífico. Tuvimos muchísima suerte aquel año. Cuando accedes al fútbol profesional, siempre dudas cómo te vas a adaptar a nivel humano a un grupo. En los años anteriores sí que había acudido a los entrenamientos del primer equipo para entrenar y la sensación que tuve no era nada agradable. Eres novato, no tienes el respeto de los compañeros y no te acababan de aceptar. Yo tuve mucha suerte en mi llegada, los cinco jugadores que subimos fuimos muy bien acogidos. Se logró formar un grupo muy bueno y muy sano. Esa es siempre una de las claves para que todo vaya bien.
Su segundo curso
Imanol Idiakez es un entrenador distinto a todos los que he tenido, muy sensible y con un concepto romántico del juego. Con Víctor Fernández nos salvamos: nos atrevimos a jugar, a proponer y a ser dueños del balón y del juego
Después llegó un verano que te marcó especialmente, con las ofertas del Eibar y el Espanyol, ¿cómo lo viviste?
Fue un verano complicado. En ese momento no era consciente de todo lo que estaba viviendo, lo soy ahora. Fue un verano muy intenso, que se cerró en el último día de mercado, con mucho movimiento y mucho estrés. Para mí fue un punto de inflexión en mi carrera, que ahora sí soy capaz de analizar. Me doy cuenta de la importancia que tuvo quedarme. Me costó volver a arrancar después de ese verano. Ahora lo analizo y considero que sí que hice una buena temporada, pero viene marcada por muchos factores. A nivel colectivo las cosas no funcionaron, fue un curso con muchos entrenadores…
El primero en pasar por el banquillo fue Idiakez…
Haberme cruzado con Imanol Idiakez me hace sentirme muy afortunado. A nivel humano, me trató siempre fenomenal. Incluso cuando pasé el cáncer, él estuvo siempre muy pendiente. Me gustaba muchísimo su propuesta, se ajustaba al concepto romántico que yo tengo del fútbol. Fue una pena que todo se torciera desde el principio. Cuando los resultados no acompañan, todo se desmorona. Pero me pareció un entrenador espectacular y diferente a todos los que he tenido. Idiakez es humano y muy sensible.
Alcaraz le tomó el relevo…
Era la antítesis de Idiakez. Con él tuvimos todos más problemas, nunca terminó de encajar en la plantilla. Y seguimos en una dinámica horrorosa que él no supo enderezar. Vino con una idea diferente a la que habíamos tenido hasta entonces. El cambio y un contraste tan fuerte hizo que la gente no fuera capaz de adaptarse…
El salvador no podía ser otro que Víctor Fernández…
A Víctor Fernández ya lo conocíamos todos, es un símbolo del Zaragoza. Su idea estaba mucho más próxima a la de Idiakez. Era una propuesta más atractiva y ofensiva y se ajustaba mejor a la plantilla. Resurgimos, nos atrevimos a jugar, a proponer y a ser dueños del balón y del juego.
Sus salidas del Real Zaragoza
Jugar fuera del Zaragoza no será lo mismo. En ningún sitio he sentido el fúbol como lo he sentido aquí. En La Romareda me veo capaz de hacer más cosas de las que me veo capaz de hacer en cualquier campo
Un verano después de haberte quedado, te marchas por primera vez del equipo de tu vida ¿Cómo lo viviste?
Mi salida al Tenerife fue consensuada con el club. Aquí no estaba jugando y Víctor Fernández quería contar conmigo, pero yo buscaba más minutos de los que él podía darme. Yo no quería desvincularme del Zaragoza, pero sabía que había equipos interesantes detrás de mí y quería tener más minutos. Viví ese momento con ilusión. En un año y medio habían pasado muchas cosas y yo lo que necesitaba era jugar. Aquí sentía una especie de agobio, de presión que no me ayudaba, como si mi progresión se hubiera estancado. Necesitaba un estimulo diferente, vivir otras cosas y opté por marcharme a Tenerife. Siempre con la idea de regresar más fuerte.
Y tuviste la opción de quedarte en la pretemporada al año siguiente…
Cuando volví, me sentí fenomenal. En aquella pretemporada tuve unas sensaciones buenísimas. Recuerdo el partido ante el Getafe. Tenía la impresión de estar muy enchufado, de haber vuelto con energías renovadas. Al final, el club decidió que debía salir otra vez cedido y yo en esta ocasión no me quería marchar. Surgió la opción del Leganés. A pesar de que no me quería ir, entendí que era una opción muy atractiva…
¿Cómo es el fútbol para un zaragocista fuera de Zaragoza?
No es lo mismo. En ningún sitio he sentido el fútbol como lo he sentido aquí. En La Romareda me veo capaz de hacer más cosas de las que me veo capaz de hacer en cualquier campo. Es un plus, un extra de atrevimiento, de ganas, de ambición. Hay algo diferente, que tiene que ver con sentir el equipo. Por eso me parece tan importante la cantera: un jugador de casa puede llegar a dar algo más de lo que puede ofrecer un jugador de fuera.
La enfermedad
Es un momento que parece irreal, que no te terminas de creer. Cuando me diagnosticaron, me olvidé del día a día y del fútbol y solo me centré en la recuperación. Hasta que inicié la quimioterapia viví semanas y meses de una angustia tremenda, en las que piensas que puedes morir
En Butarque llegó la peor noticia que te pueden dar ¿Cómo recuerdas aquel momento tan delicado?
Es un momento que parece irreal, que no te terminas de creer. Cuando me diagnostican lo que parece ser un tumor, nadie se atrevió a decirme con claridad el nombre de la enfermedad. Al menos allí, en Leganés. Cuando volví a Zaragoza, se atrevieron a decirlo. Recuerdo vivirlo con mucha angustia, no me creía que me pudiera estar pasando a mí. Llegan cientos de mensajes y quieres desaparecer del mundo, tienes la sensación de que la vida te puede cambiar para siempre. Me olvidé del día a día y del fútbol y solo estás enfocado en las pruebas que tienes en tu agenda. Hasta que inicié la quimioterapia viví semanas y meses de una angustia tremenda, en los que piensas que realmente puedes morir. Cada vez que iba al médico recibía una noticia que era peor que la anterior. Un día tenía los valores tumorales disparados, al siguiente había que operar, más tarde necesitaba un tratamiento de quimioterapia…
¿Qué consejo le darías a cualquiera que pasa por una situación similar?
Que trate de confiar en los profesionales que tiene cerca. En un primer momento te agobias y tiendes a pensar que necesitas todas las opiniones de todos los médicos del mundo. Más tarde te das cuenta de que en España tenemos profesionales buenísimos y que no hace falta acudir a cien para estar bien asesorado. Entiendo que es un momento muy delicado y de pura angustia, en el que quieres lo mejor para ti, pero escuchar muchas opiniones te puede llegar a marear. Hay que estar enfocado, relajarse y fiarte de los profesionales que te rodean.
Supongo que los malos momentos te descubren también los mejores apoyos…
Exacto. Hubo muchísima gente que me apoyó, que me mostró su ayuda, incluso personas con las que no hablaba desde hacía años. Se volcaron conmigo desinteresadamente. Muchos aficionados me escribieron y me dieron muchísimo cariño. Y por supuesto tengo que agradecerle a mi familia todo lo que hicieron por mí. Fue un momento malo, en pleno Covid. La única persona que podía tener cerca durante todo el proceso era mi pareja. Se aisló conmigo y decidió desaparecer del mundo y ayudarme por completo. Mis padres no pudieron estar conmigo. Esa parte sí que la sufrí muchísimo. Ellos querían estar, aunque fuera en un solo ciclo. Me dio mucha rabia que no pudieran venir al hospital, porque sé que eso les hizo estar todavía más en vilo. Me traían comida a la puerta de casa, se preocuparon todo lo del mundo y un poco más y se lo tengo que agradecer.
El regreso
Más que de emoción fue un momento de introspección, algo que va a estar en mi cabeza el resto de mi vida. Incluso en el instante de salir al campo parece que se crea una energía diferente.
Ese proceso tan duro tuvo un final feliz, ante el Lugo, en el que se juntan mil emociones en una sola…
Más que de emoción, es un momento de introspección. Es una sensación rara, como si estuvieras viviendo algo que solo podrás recordar luego. Como un bucle de retroalimentación que te da el tiempo. Es algo que va a estar pendiente en mi cabeza el resto de mi vida y que en ese momento quieres recordar con precisión. Incluso en el instante de salir al campo parece que se crea una energía diferente.
Estuviste cerca de marcar…
Sí, con un disparo lejano. Me lo paró Óscar Whalley, que es de mi generación. Al acabar el partido se lo dije: “en un momento así te podías haber dejado el gol”.
Esta temporada solo tuviste tiempo ante el Tenerife.
Y no me esperaba jugar. Carcedo me había dicho que no contaba conmigo y pensaba que no lo iba a hacer en ese partido. Pensé que se había equivocado y luego tuve una sensación cercana al éxtasis. Creía que le estaba dando la vuelta a una situación complicadísima. Cuando decidí quedarme pensaba que nunca iba a tener una oportunidad. Siempre he sido una persona trabajadora y constante, pero ni siquiera en ese punto podía creerme que estuviera cerca de revertir mi situación. Fue una alegría, pensé que aunque fuera una tontería, era otra más que lograba superar.
Luego llegó el relevo de Escribá, ¿cómo lo viviste?
El cambio de entrenador me provocó sensaciones contradictorias. Creía estar cerca de cambiarle la idea a Carcedo, tras haber jugado bien en Tenerife. El relevo en el banquillo siempre cambia la situación. Pensaba que el técnico podía llegar limpio y que me otorgaría alguna oportunidad, pero fueron pasando las jornadas y no tuve ninguna. Estaba muy bien físicamente, a un ritmo de competición bastante alto. Estoy convencido de que si me hubieran dado minutos, le habría podido dar la vuelta. Todavía tenía un punto de esperanza, pero no se pudo dar.
¿Y ahora qué?
Tengo que esperar. Ahora me toca un período de calma y la incertidumbre no es muy agradable, no es fácil de gestionar. Por suerte, he vivido muchas cosas en mi vida y en mi carrera. He aprendido a vivirlo con mucha normalidad. Sé que será un momento más que recordaré: aquel invierno en el que salí de Zaragoza. Estoy tranquilo, a la espera de lo que pueda llegar, pero ilusionado con lo que pueda venir.
Zaragocismo en vena
El Zaragoza es una parte muy importante de mí. Me acuerdo de que desde niño mi regalo de cumpleaños era la equipación del Real Zaragoza. De hecho, no recuerdo un momento sin zaragocismo. El Real Zaragoza es mi vida
Un zaragocista de siempre siempre tiene sus referentes, ¿cuáles fueron los tuyos?
Recuerdo que cuando era muy crío me gustaba mucho Jamelli. Después, me fijé en David Villa o Diego Milito, jugadores increíbles, que fueron muy especiales para nuestra generación. Al verlos te imaginabas jugando en el primer equipo. Más tarde busqué referentes zaragocistas, jugadores de club. Al final, todos esos futbolistas eran muy buenos pero solo pasaban por aquí. He tenido la suerte de coincidir y de tener una gran amistad con Alberto Zapater. Él se ha convertido en un referente para todo el zaragocismo. Encarna todos los valores de este club y solo hace falta ver cómo entiende su profesión para admirarle todavía más.
¿Un sueño cumplido?
Lo tengo claro, haber debutado en La Romareda. No puedo decir que de niño soñaba con jugar un único partido con el Real Zaragoza, pero haberlo hecho con regularidad delante de mi familia no tiene precio.
¿Cuál se queda pendiente?
El sueño que me queda por cumplir es haber jugado en Primera División con el Real Zaragoza. Y me voy sin haberlo logrado, con esa espinita. Ahora espero celebrarlo como aficionado, como el zaragocista que siempre seré. No sé si será esta temporada, la que viene o la de más allá, pero estoy convencido de que ese momento va a llegar.
¿Qué significa para ti el Real Zaragoza?
El Zaragoza es una parte muy importante de mí. Recuerdo que desde niño mi regalo de cumpleaños era la equipación del Zaragoza, que venía en un paquetico de plástico muy especial. Mi padre nos llevó a ver un Zaragoza-Mallorca en uno de los primeros cumpleaños de los que tengo memoria. Desde ese día, el sentimiento formó parte de mí. De hecho, no recuerdo un momento de mi vida sin zaragocismo. Desde mi nacimiento hasta ahora, lo ha significado prácticamente todo. El Real Zaragoza es mi vida.
(*) Entrevista realizada por Jorge Rodríguez y Gonzalo Alba.