ZARAGOZA | David Roche entiende y explica el fútbol a la velocidad de la luz. Pasional e hiperactivo, cree en cada palabra que dice y lo transmite como si el juego fuera su lengua materna. Roche fue una promesa de cantera en el Real Zaragoza, casi un juguete roto poco después. Como el fútbol siempre ofrece réplicas y revanchas, va camino de lograr desde los banquillos lo que no pudo hacer como jugador.
Mediocampista fino y creativo, afirma que nunca podría haber jugado en un equipo entrenado por el técnico que ahora es. En su primera gran aventura como técnico acaba de cambiarle la cara por completo al Racing Zaragoza en DHJ, al equipo que fundó juntó a Fran Gracia. Con el triunfo ante el Nástic de Tarragona del pasado sábado, el Racing suma dos victorias consecutivas y vive a siete puntos del descenso.
Roche quiere lograr lo que hace un mes parecía imposible: salvar a su Racing Zaragoza.
Inicios en el fútbol
Viajamos al principio de esta historia, ¿cuándo descubrió David Roche el fútbol?
Yo no empecé muy pronto, fue en mi colegio de La Salle Gran Vía, en primaria. En aquel patio empecé a destacar entre los compañeros de clase. Y parecía una cosa innata: regateaba, marcaba goles y sabía jugar. Salió un equipo de colegio sin federar y me fue bien en esa liga. Mi padre y mi madre me apuntaron al Olivar, a un campus que hacía Juan Señor. Entonces Señor estaba de coordinador en ese club y el primer día me dijo que tenía que ir a jugar allí. Y que tenía que hacerlo ya.
Bendecido por Juan Señor…
Sí, le gusté desde el principio. Pero el empujón me lo dieron mis padres. Me convencieron de que tenía que hacerle caso, cuando yo solo quería jugar con mis amigos. Mi padre preparó su jugada maestra: le pidió a Señor que llevara a uno de mis compañeros, a un portero, para facilitar mi adaptación. Hice mis inicios en el Olivar y formamos un benjamín preferente que era una pasada, que le ganaba al Amistad de Edu García o de Camacho.
¿Qué pasó después?
Con la salida de Juan Señor, del Olivar recalé junto a tres compañeros en el Juventud. Ahí conocí a Tomás Alcázar, que me marcó muchísimo. Era un entrenador a la antigua usanza, competitivo, que conocía el fútbol de barro. También era otra educación: era la ley del más fuerte. En ese momento yo jugaba de delantero hasta que llegó la época de las comuniones. El centrocampista habitual tenía comunión y me pusieron a mí en ese lugar. Jugué un partidazo y esa fue mi posición para siempre. Al acabar mi etapa de Alevín, llegó el Zaragoza.
¿Cómo recuerdas esa llamada?
Fue el mismo día que el Real Zaragoza le ganó 2-1 al Madrid con un gol del Toro Acuña desde el centro del campo. Llegué a cenar con mi familia y me dieron la carta del Real Zaragoza. Me quedé en shock: estaba cumpliendo un sueño. Además, en esa época no había alevines y debuté en el torneo del Canal Plus. Fui la generación siguiente a Ander y Barba, que habían conseguido ganar el trofeo. Después del torneo, entré en la estructura del Real Zaragoza.
David Roche, promesa de cantera

Entonces diste tus primeros pasos en La Ciudad Deportiva…
Estuve cuatro años con Rafa Latapia, que cambió mi forma de ver el fútbol. Después apareció Ander Garitano, con el que viví las dos caras de la moneda. Al retirarse, le dieron un equipo y en su primer día montó un partido. Me dijo: “tú eres mi capitán”. E hice muy buena progresión con él. Cuando volví a las órdenes de Rafa Latapia jugamos otro torneo que nunca podré olvidar: El Cesaraugusta. Le ganamos 3-0 al Real Madrid de Álvaro Morata, Marcos Alonso, Cherishev. En la final contra ellos jugué muy bien y marqué un gol de falta.
Tu vida fue distinta a partir de ese momento…
En cadete llegó mi explosión a nivel nacional. Firmé un patrocinio con Nike, fui preseleccionado por España, se empezó a hablar de mí. Se generó una expectativa que no supe gestionar. Era otra época. No tenías apoyo psicológico, no se controlaba la nutrición, salías por la noche… Y yo con 15 años hice muchas cosas mal.
¿Qué tipo de jugador eras?
Era un mediocampista muy fino. Me llamaban el pequeño Aragón. Tenía buen pie, manejaba el juego a través del pase. Siempre digo que era todo lo contrario a lo que hoy soy como entrenador: que nunca hubiera jugado en uno de los equipos que entreno. En mi época con la calidad te bastaba y yo la tenía. Se generó mucha expectativa conmigo y ese mismo año fui convocado con Carlos Rojo, que entrenaba al Juvenil División de Honor. Me consideraron un jugador de proyección.
El siguiente salto era el más importante…
Al llegar a Juvenil, me entrenó Javier Garcés, otra de mis mayores influencias. Con él jugué muy bien. Pero el siguiente año me encontré con un División de Honor en el que estaban Ander Herrera, Miramón, Laguardia, Barba… Un equipazo al que era muy difícil acceder. Ander Garitano había confiado en mí hasta entonces, pero en ese momento dejó de hacerlo. Cuando no me convocaba, jugaba con el Juvenil B. Y ahí mi cabeza me jugó una mala pasada. Me equivoqué, no tuve paciencia. Estaba pasando de ser el más guapo en cadete a no contar para absolutamente nada.
Un salto hacia el Numancia
¿Qué pasó entonces?
Firmé una cesión con el Amistad y después llegó la oferta del Numancia. Tenía una cláusula de regreso al Zaragoza pero decidí romperla. El Numancia me ofrecía jugar con el filial mientras todavía era juvenil. Estaban en Primera, fue el año de Sergio Krešić, en el que le ganaron el partido inaugural al primer Barça de Guardiola. Fue mi primera experiencia fuera de la ciudad y estuve en un piso con Jesús Fernández y Lago Junior.
¿Cómo se produce ese encuentro entre los tres?
Pacheta era el director deportivo. Y nos llamó a Jesús Fernández y a mí para decirnos que teníamos que ayudar en la integración de un chico de Costa de Marfil. Era Lago Junior. Llegó iniciada la temporada, directamente desde su país y en aquella época no sabía coger los cubiertos. Le enseñamos algunas cosas y luego nos acabó enseñando él muchas más a nosotros. Solo pagaba con billetes y pedía chino de una forma divertida: “el arroz con las tres delicias”. Era muy buena gente. En el campo ya lo conocéis, tenía un talento y una capacidad para desequilibrar brutal.
¿Cómo recuerdas tu paso por Soria?
Fue muy duro. Me tocó enfrentarme a un mundo para el que no estaba preparado. Vivir solo, con 18 años, con un sueldo normal. Solo me dedicaba al fútbol porque no hice selectividad al acabar el bachiller. Y en el fondo me centré muy poco en el fútbol. Me dediqué a salir, a conocer el ambiente. Mucho más que a jugar. No lo hice mal, porque era un mundo en el que el físico no era tan diferencial como ahora. Pero no me cuidaba, no me preparé lo suficiente.
Después de Numancia llegó La Muela y un largo recorrido por el fútbol aragonés…
Al salir de Soria me fui a La Muela, que dejó de confiar en mí en pretemporada. Me quedé tirado el 1 de agosto. Iba a colgar las botas, pero apareció Néstor Pérez, una de las personas más importantes que he conocido en el fútbol. Siempre ha sido listo, el mejor gestor de grupos que he conocido. Para mí es como un padre: me educó y me recuperó por completo. Después vino Emilio Larraz en el Sariñena y fue tácticamente el mejor entrenador que he tenido.
En el Sariñena había muchos ilustres…
Iván Martínez, Diego Serrano, Jorge Sánchez, Goran Drulic. Todos dirigidos por Emilio Larraz. Mi mentalidad había cambiado y estuve 11 jornadas sin jugar, pero no dejé de trabajar. Cuando ya me había hecho con el puesto jugué siete partidos y me rompí el cruzado. Todo cambió entonces…
¿Qué pasó?
Después de recuperarme, el Sariñena me renovó, pero volví a no tener paciencia. Me fui a Brea, a Regional Preferente. El equipo estaba hecho para ascender e iba a mitad de tabla cuando llegué. Jugué muy bien, ganamos todos los partidos y logramos ascender. En Brea era Dios. Y volví a no cuidarme, a salir mucho…
¿Eso es algo que siempre te ha acompañado?
Sí, he vivido el fútbol a mi manera. Me gustaba disfrutar de mis amigos, de la vida, ser una persona extrovertida. Renové en Brea y las cosas no fueron bien y de ahí fui pasando por diferentes equipos hasta mi retirada: Calamocha, Cariñena, Teruel, Valdefierro y Cuarte.
En el Teruel vuelves a coincidir con Néstor Pérez…
Y fue mi mejor año como jugador. Teníamos un equipazo y yo estaba a un nivel altísimo. Jugamos playoff de ascenso a Segunda B. Quizá la relación con Néstor lo condicionó todo: él me había vuelto a rescatar. Lo que me hizo ir para allí, me hizo no jugar siempre. Cuando había que dejar fuera a una persona era a mí. Pero lo entendí.
Un poco como esos padres que no ponen a sus hijos…
Exacto. Después llegó el Valdefierro de Mariano Casasnovas y lo dejé todo en el siguiente paso, en el Cuarte, con Richi Gil en el banquillo. Tenía un buen sueldo, contaba conmigo, pero había perdido la ilusión. Le dije a Richi que no merecía lo que ganaba y que iba a dejarlo. Dejé de verme como futbolista y empecé a sentirme entrenador. Siempre me había interesado lo táctico, hablaba mucho con el míster, trataba de encontrar todos los matices del sistema. Siempre fui muy pesado con eso. Cuando estaba acabando mi etapa de futbolista, descubrí que entrenar era algo que siempre había llevado dentro.
David Roche y el Racing Zaragoza: un salto hacia los banquillos
Y entonces aparece el Racing Zaragoza, ¿cómo se funda el equipo?
Surgió en 2015, una noche en la que Fran Gracia y yo estábamos tomando algo. Fran me contó que había presentado un proyecto para el Parque Deportivo Ebro y me dijo que creía que lo iba a ganar. Quería que yo estuviera con él. La idea me apasionó. En los siguientes meses fuimos a ver partidos de fútbol de sala, desde las ocho de la mañana a las nueve de la noche. A las familias les presentábamos proyectos sin campo, sin nada. Todo era bosque. La gente creyó en nuestra labor comercial y en 2015 montamos un equipo por categoría. Ascendimos y poco a poco fuimos creciendo.
En ese punto, ¿os acompañó en el camino gente de fútbol?
Sí, Mauricio Lanzaro, Goran Drulic, Carlos Diogo. Siempre nos apoyaron. Y nuestro tiempo en La Ciudad Deportiva, nuestra relación con el Real Zaragoza también nos permitió evolucionar más rápido. Los lazos con Ramón Lozano, Ángel Espinosa o Javier Garcés también nos ayudaron. El progreso fue constante: conseguimos crecer poco a poco. Nos convertimos en lo que somos: un club captador.
¿Cómo está estructurado el club?
Al principio estuvo Luis Emilio Fernández de presidente. Pero el proyecto fuerte llegó con la entrada de Quique Ortiz. Entró como delegado, para ayudarme. Es una persona excepcional y a Fran Gracia enseguida se le ocurrió ofrecerle la presidencia. Como una figura representativa, por los valores que tiene. Él aceptó y tiene un sitio diferente al de otros presidentes del fútbol aragonés. No tiene un carácter dictatorial, sino que es un elemento de cohesión y de ayuda.
¿Qué lugar tienen Fran Gracia y Pablo Carmona en el proceso?
Fran Gracia es el director general. Y después se abren dos vías. En la vía administrativa está Pablo Carmona, que se encarga de los temas relacionados con la gestión económica. Y en la vía deportiva estoy yo. Tenemos alrededor mucha gente que nos ayuda, entre ellos Néstor Pérez. A él no le gusta aparecer pero su apoyo ha hecho que este club mejorara cada día. Y otro elemento que nos distingue es la elección de los entrenadores: apostamos siempre por gente joven, con ilusión, muy preparada.
¿Cómo juegan tus equipos?
Siempre digo que un equipo tiene que ser el reflejo del entrenador. Y son equipos muy pasionales, para lo bueno y para lo malo. En mis plantillas siempre trato de enamorar al jugador, de convencerlo. Si tú le pides a un jugador que se tire al Ebro con pirañas, él tiene que creer que tiene un sentido. Va a salir de ahí, porque tú se lo has dicho. Creo en el poder de la mentalidad. Y soy un apasionado de lo táctico.
¿La táctica se entrena y la técnica se tiene?
Para mí la técnica tiene un componente innato. El futbolista nace. Lo puedes pulir, pero todo parte de un mínimo que debe ser exclusivamente suyo. Para mí es primordial el trabajo táctico del equipo: saber dónde voy a presionar, cómo voy a posicionarme para estresar al rival. Mis equipos son siempre intensos, enérgicos y pasionales.
¿Qué entrenadores tienes en el espejo?
Simeone, Flick, Bordalás, Marcelino. Me entusiasma su idea, equipos verticales, directos, pasionales. Creo que para ser un buen entrenador hay que saber que pastilla le das a cada equipo. El año pasado teníamos un equipo muy posicional, con tres centrales y carrileros que hacían superioridades por dentro. Este año sabemos que no vamos a ganar de esa forma.
¿Cómo se les gana?
Con algo que tenemos aquí: el corazón. El corazón, la raza, la valentía, la rasmia, la presión, el esfuerzo y el fútbol directo. Cosas que también son fútbol. Si me tuviera que definir como técnico diría que soy un entrenador muy pasional, que sabe llegar al futbolista. Para mí eso es la clave. Los tienes que enamorar.
Para eso es muy importante haber tenido buenos maestros…
Y yo los tuve. Rafa Latapia, Néstor Pérez, Emilio Larraz, Javier Garcés, Óscar Tiberio. De los primeros ya te he hablado mucho, pero Tiberio también ha sido muy importante. Fui su segundo en el Sabiñánigo y es uno de mis primeros ejemplos. Incluso me perdonó alguna trastada. Pero todos me enseñaron algo y sigo hablando mucho con ellos, en busca de claves y consejos. Con Javier Garcés mantengo mucho trato y hablamos del exceso de información que hay en el fútbol moderno, también en estas categorías. Hay que conocer las virtudes del rival, pero prestarle más atención a las propias. Queremos ser protagonistas y lo somos a nuestra manera.
David Roche y el Racing Zaragoza: las claves de una reacción
¿Cuál es el secreto de la reacción?
Tenemos varias claves. Somos el equipo pasional, enérgico que queremos ser. Creemos en el fútbol directo. Y sabemos agobiar al rival, estresarlo, presionamos en los lugares oportunos. Nos interesa ser un equipo reactivo, dominar las segundas jugadas, ocupar bien los espacios de remate y aprovechar el talento en la zona que de verdad importa. En este tiempo no hemos practicado las posesiones. En nuestra línea defensiva lo resolvemos todo a un toque. Para los defensas rivales es abrumador tener que hacer 35 despejes por partido. Y uno de los secretos que tenemos que aprovechar es nuestro campo, tiene que ser la base de la salvación. Es el campo más pequeño de la categoría y aquí no puede jugar cómodo nadie.
¿Por qué has dado el paso hacia el banquillo?
Porque soy una persona responsable y le estoy muy agradecido al Racing. Es un club que me ha dado todo en diez años. Me he formado como persona y he estado con mis amigos. Estábamos en la UCI y entendía que era el único que tenía que sacar esto. La plantilla no solo la había hecho Rubén Floría, también la hice yo.
Supongo que no sería una decisión sencilla…
Nunca lo es. Tuve momentos complicados, antes y después de tomar la decisión. Pero cuando miro a mis futbolistas les tengo que convencer de que somos los mejores. Además lo pienso de verdad. Y el primer día que entras a un vestuario tienes que tener claro que si te tienes que exceder en algo es en confianza y no en dudas. Cuando me dieron el equipo, me daban el pésame. Ahora me dicen “qué gran trabajo”, pero estoy lejos de mi objetivo. Mi meta es salvar al equipo. Solo cuando lo consiga será un trabajo completo.
No vas por mal camino, lleváis 14 de 21…
Queda mucho. Y en el proceso me ha ayudado mucho mi staff: Victor Chaure es una parte fundamental, también lo son Pablo Enseñat, José Ángel Félez y Adrián Sanguino. Gracias a esa mezcla en poco tiempo hemos conseguido cosas que tienen mucho mérito. El empate el primer día ante la Damm, un triunfo clave ante el Girona, una final ganada contra el Cornellá o la victoria frente al Nástic de este fin de semana. Entrenamos en Movera para adecuarnos a las distancias: quería demostrarles que nuestro plan se puede ejecutar también a domicilio. Nosotros no hemos hecho una sola posesión, nos enfocamos en el juego directo, en la ocupación de los espacios, en el dominio de las segundas jugadas. Y eso se puede hacer en dimensiones más reducidas y en campos más grandes.
¿Un entrenador nace o se hace?
Creo que las dos cosas. Nace, pero sobre todo son los golpes los que te hacen entrenador. Sin las experiencias negativas nunca puedes crecer en un banquillo.
¿Va a lograr David Roche y su Racing la permanencia en la División de Honor Juvenil?
Estoy seguro de que sí. Al menos, lo vamos a pelear hasta el final.
¿De quién te acuerdas cuándo ganas?
De mi madre, que falleció hace dos años. De mi padre, que ha sido un apoyo fundamental y ha creído en mí más que nadie. Y, por supuesto, me acuerdo de mi mujer Ana y de mi hijo Luis.