El amargo empate ante el Extremadura dejó dos certezas tan duras como reales: la primera, la numérica, que el Huesca fue incapaz de sacar ventaja en una jornada donde se enfrentaban dos equipos de su liga y donde el equipo más en forma desde el cambio de año no supo ganar en cancha del colista. La segunda, la más dura creo yo, es que casi todo el mundo se ha dado cuenta, (por fin dirán algunos), que con esto no le llega para pelear el ascenso directo, y deja muchas dudas en si el equipo será fiable cuando lleguen las eliminatorias del play off.
Porque el equipo sigue teniendo algo bueno: tiene buenos futbolistas y por eso es cuarto faltando doce jornadas para el final, y con posibilidades matemáticas de pelear aún por todo. El problema estriba en que nadie, en la psicosis por hacer un equipo casi desde cero, reparó que entre tantas piezas que necesitaba el equipo, faltaba una en el centro del campo que descansara, desahogara y complementaba a lo que se había conseguido, que no por ser bueno, está exento de relevo o descanso.
Como por circunstancias que sólo el club sabe y entiendo que no se pueden airear, esa pieza no se consiguió en el cierre del mercado de agosto y se optó por tirar hasta diciembre con lo que había. Y la cosa empezó y continuó tan bien, que esa necesidad tan importante pasó a ser secundaria, porque también había quedado en el debe de formar la plantilla un delantero de perfil distinto a lo que se había traído.
Llegados al mercado invernal, rebuscando en los cajones una buena cantidad de futbolistas cual si fueran zapatos, ninguno parecía encajar en la horma del pie azulgrana, y entonces llegó el error fatal: repetir tanto una mentira que algunos acaban por creerla. Primero la creyeron ellos y después la publicaron a los cuatro vientos para calmar a los aficionados que andaban preocupados por la falta de ese refuerzo: Doukouré estará pronto, y además puede jugar tanto de destructor como de creador.
Tanto se repitieron la mentira que enviaron cedido al único futbolista, de más o menos calidad, que podía en un momento dado realizar esa función de desahogo, de relevo, de pausa, de juego silencioso en la parcela ancha, y dejaron salir a Seoane rumbo a Lugo. El primero entrarán y luego saldrán quedó en el olvido, y eso que durante unas semanas, insistían enérgicamente en eso. Tanto insistían que hasta yo me lo creí.
Ante el Extremadura, un equipo con futbolistas mucho menos desequilibrantes que el Huesca, el equipo de Míchel nunca tuvo el control del partido. Si nos paramos a pensar, no recuerdo yo cuanto hace que el Huesca no domina los tiempos de un choque. Lo cierto es que volvió a ir a remolque y le costó mucho emparejar el partido, jugó a rachas y le pegaron un susto morrocotudo cuando pitaron penalti.
Después de hacer lo más difícil, darle la vuelta al marcador, el entrenador se dio cuenta que el equipo estaba partido, que el rival no se había amilanado por fallar un penalti y encajar un gol, y que iban como locos a por el empate. Miró al banquillo esperando encontrar a Doukouré, pero se dio cuenta que continuaba lesionado, y Seoane tampoco podía salir porque el Lugo le tenía presente para jugar ante el Dépor.
Con un equipo partido por la mitad, con Mosquera y Rico reventados a trabajar a destajo con un esfuerzo descomunal, la solución fue dar entrada a un mediapunta, de muy discreto rendimiento en las últimas jornadas, y hacer debutar a un extremo ofensivo. Supongo que de ahí la sincera frase de: “Cuando miro al banquillo tengo pocos elementos defensivos.” De remate, en un arranque de sinceridad, el madrileño se despachó con “a veces no sé que más hacer para estar arriba, ni sé cómo están arriba los demás”, frase tan real como sincera.
De aquellos barros estos lodos
Porque los detractores de Míchel, le critican jugar siempre a lo mismo, y seguramente no les falta razón. Pero: ¿puede este Huesca, con la plantilla que tiene, jugar a otra cosa que no sea esto? De aquellos barros, estos lodos. El Huesca se autoseñaló como candidato a subir directamente y por el momento está fracasando. Cierto es que alguien puede decirme que en los últimos tiempos el Huesca nos está malacostumbrando a los buenos resultados, y a dejar atrás al equipo que se conformaba con mantenerse en Segunda. Pero el propio club se ha autoexigido esta temporada ser uno de los equipos top de la categoría, y si te cuelgas la etiqueta debes ser consecuente con eso y aguantar cuando vengan mal dadas, como es el caso.
Con 12 sobre 42 puntos a domicilio no puede sostenerse una teoría mínimamente creíble para decirles a ustedes que el proyecto va bien. Tampoco lo tomen como catastrofista, pero con la exigencia marcada a principio de temporada, bien encaminado no va. Lo único que me consuela mínimamente es que con el trabajo de Pulido, la regularidad de Pedro López, que puede ser una vía de ataque para cuando ahoguen al Huesca en el medio, el trabajo impagable de Mosquera y Rico, y si Raba y Okazaki tienen hasta final de temporada el rendimiento del sábado, pueden contagiar al resto y taparme la boca, cosa que me alegrará horrores.