En el minuto 28 de juego, Sergio Bermejo notó que su partido se había acabado. Cayó boca abajo, con las fibras ya rotas. El Zaragoza no pensó entonces que ese era también el final del suyo. El equipo de Escribá no lo pudo encajar peor. Le dolió en el alma y en el fútbol. El Zaragoza perdía a su futbolista más especial, el valor de la diferencia. Una hora después, había dejado escapar su ventaja y llegó la primera derrota de Fran Escribá.
El lenguaje del deporte propone una lectura amable de las derrotas. Bien entendidas, pueden ser otra forma de vencer. Y la caída en Butarque le puede venir bien al Real Zaragoza. Quizá para recobrar el sentido de la realidad. La Segunda División ofrece tantas oportunidades como errores de percepción. Al inicio de la competición, alrededor de 18 equipos suelen creer que estarán en playoff con un punto de suerte. El curso de la competición resuelve esas previsiones de una forma sencilla: al menos 12 equipos se equivocan y en el mejor de los casos los 6 restantes aciertan. Por eso, hay otra descripción que encaja mejor con esta categoría que ninguna otra. Es una liga en la que se falla mucho más de lo que se acierta.
La primera vuelta ofrece una lectura clara para el Zaragoza: el grupo de Sanllehí no está para otra causa que la supervivencia. Ha sumado 25 puntos, por mucho que Fran Escribá cambiara la inercia por completo. Las segundas vueltas siempre fueron mejor que las primeras pero el balance de estos primeros cinco meses de competición han desdibujado a la plantilla.
Falta regate, jugadores de banda fiables para todos los fines de semana, mediocampistas con más fútbol y recursos y un relevo de garantías para Sergio Bermejo. Mientras el Zaragoza juega al gato y al ratón con Juan Carlos Cordero para la dirección deportiva, los rumores del mercado apuntan en su primer capítulo al mediocampista Tomás Alarcón. Se suma a la opción de Óscar Ureña, que explica su juego a través del regate y del quiebro.
Pocas nociones positivas se pueden sacar de una derrota. El valor de las dinámicas siempre fue definitivo, el punto de partida de todos los cambios. Desterrados los triunfos y la imbatibilidad de Fran Escribá, la derrota en Butarque sirve para invalidar también el discurso más conservador de Jorge Mas. El Zaragoza necesita mucho acierto y una operación salida ambiciosa. Y más de un par de incorporaciones. Solo de esa forma podrá recobrar el sentido exacto de todas las realidades. Solo así la última derrota del año podrá convertirse también en otra forma de vencer.