La SD Huesca afronta su nueva realidad. La próxima temporada disputará una siempre emocionante Segunda División, donde ha competido en su historia reciente y donde conjuntos de renombre llevan años esperando a salir. El camino a la aceptación nunca es sencillo. A nadie le agrada perder después de ganar pese a que siempre haya perdido. Sin embargo, el Huesca no puede permitirse ser ese comensal que prueba el caviar y que jamás vuelve a comer migas. Porque el caviar, para los modestos, no es para siempre.
Lo que mejor puede pasarle al Huesca próximamente es volver a probar el caviar. Pero que el hecho de no tenerlo encima de la mesa no le impida catar un plato de migas. Porque también es comida. Y es desde la máxima humildad y autoreconocimiento mediante los cuales la entidad oscense puede volver a saborear lo primero. Ahora, el club azulgrana tiene que ser más consciente que nunca de quién es, de dónde está y de dónde viene.
Huesca no es sinónimo de prisas
Si por algo se ha caracterizado es por su decencia a la hora de trabajar. Sabe cómo encarar los problemas y focalizarlos y, sobre todo, cómo encontrar el camino al éxito. Porque lo ha comprobado de primera mano. El argumento ‘la Primera no está hecha para el Huesca’ cayó por su propio peso. Porque la alcanzó. Sabe cómo volver. Pero lo más importante es que ese deseo no le impida seguir creciendo.
El tener paciencia con el entrenador cuando no acompañen los resultados -siempre y cuando la forma de hacer tenga sentido- e incluso con los jugadores cuando alguno no dé el rendimiento esperado. Cosas tan básicas como estas son clave. Y es que el Huesca no es sinónimo de prisas. Ni de angustia. Ni de esfuerzos que no puede soportar. El hecho de jugar en la élite no ha de ser el objetivo a corto plazo. Porque el querer cuando no se puede ocasiona frustración y pérdida de identidad.
Fiel siempre sin reblar… pero con cabeza
A su vez, el aceptar de dónde se viene no puede cegar a una entidad que trabaja con lógica y rigor. Por supuesto que el jugar en Primera División es una meta deseada, pero de eso mismo se trata: de que así siga siendo. Que algo tan bello nunca deje de ser deseado. Que el volver a la élite siga suponiendo el premio más bonito de todos los posibles. Que lo que hasta hace bien poco era un sueño, siga siéndolo. Que no se pierda la perspectiva, porque lo que ha llevado al Huesca a hacer historia es tener muy claro su punto de vista.
A nivel particular, rescato unas líneas que escribí hace casi un año, cuando se cumplía un sueño: “Huesca y el Huesca me han enseñado a valorar lo que uno tiene sin tener que perderlo para darle el valor que merece, que los humildes también ganan y que los pequeños son igual de grandes que los que aparecen en las portadas, a no darme nunca por vencido, a no dejar de intentarlo hasta el final, a levantarme después de caerme y a no perder la ilusión”.
Y así, que lo que el Huesca, y Huesca, me enseñaron hace no tanto, siga valiéndome. Porque fiel siempre sin reblar se es siempre. Pero con cabeza.