La semana del derbi viene marcada por dos líneas de trabajo distintas que se terminan uniendo en una misma realidad: ninguno de los dos equipos llega en un buen momento.
Pero antes de seguir, si a alguien le molesta que el partido del sábado yo lo catalogue como derbi, lo siento, pero es lo que es, un encuentro de rivalidad regional que en términos futbolísticos se define como derbi, aunque a algunos les escueza la acepción, entre otras cosas y sin querer rizar el rizo, porque si aplicamos sus argumentos no han jugado un derbi en su vida hasta que llegó el 2008.
Decía que esta semana trae dos situaciones distintas: al Huesca le coge con la tranquilidad y los deberes hechos en el mercado invernal, sin prisas, sin agobios de última hora, y para bien o para mal, con las ideas claras en torno a la configuración de la plantilla.
Al Zaragoza por el contrario le han entrado las prisas de última hora abriendo las puertas para la salida de futbolistas, liberar masa salarial y reforzar el equipo pero no en todas las posiciones que al parecer necesitaba, pues en las últimas semanas muchas han sido las voces que demandaban la llegada de un atacante, más aún con la salida del sevillista Muñoz.
Los banquillos también viven situaciones distintas: en Huesca nadie discute a Anquela, ni sus alineaciones ni sus planteamientos. Su silla está firmemente sujeta y ahora mismo es totalmente indiscutible su presencia en todos los sectores.
El banquillo zaragocista vive todo lo contrario: discutido casi desde su llegada, las cosas no le han salido bien al técnico de Mequinenza, que vive casi diariamente con la espada de damocles rozándole el cuello, y sus decisiones y cambios de hombres, nombres y sistema, presagian que no tiene nada claro como romper la irregularidad de fútbol y resultados del Real Zaragoza.
Superado el ecuador de la competición, el Huesca cumple con el primer objetivo que es mantenerse. Lo ha conseguido con brillantez, hasta que un mal mes de enero le ha bajado la nota media de notable a bien alto.
Por contra los maños viven permanentemente en una espiral con dientes de sierra: tan pronto juegan bien y golean, como hacen un partido desastroso que no hay por donde cogerlo.
La brillantez de hombres como Lanzarote o la eficacia de Ángel, han desaparecido y sólo el orgullo y la raza de Zapater o Cani parece mantenerse a flote en un equipo que tiene más cerca el descenso que los puestos de ‘playoff’.
Pero en lo que si coinciden los dos equipos es en un momento de juego discreto por ambas partes, con unas rachas de resultados mejorables y con la necesidad de oscenses y zaragozanos de sumar 3 puntos para tener más cerca su objetivo.
Es la hora de saber si realmente el Huesca será capaz de ganar por primera vez al Zaragoza en Segunda, y además de acabar con once hombres sobre el césped, porque el luchar, pelear, merecer o tratar de tú a tú está muy bien, pero no gana partidos.
Por contra, una victoria visitante creo que no purificará las aguas que bajan permanentemente turbias por la ribera del Ebro si hablamos de fútbol, pero le darán a su entrenador una semana más de relativa tranquilidad.