Un Huesca ofensivo no ha tenido más que una ocasión de gol y un Valencia bien colocado en el campo no sufre. Nos vamos a Segunda por nuestra incapacidad ante el gol. No desciende hoy nuestro equipo: lo hizo en Cádiz al perder un partido que era fundamental.
No me creo que toda la ilusión de una provincia, que todas las promesas hechas a todo tipo de santos y que no podemos visitar tantos campos que este año hemos visto por la tele. No me lo creo. El Huesca deberá resurgir. No debíamos fallar. Hoy no. Dos tiros al palo de Sandro, el único destacable hoy, son poco bagaje para subsistir entre gigantes.
Pacheta nos devolvió la ilusión y hemos llegado vivos a la última jornada dependiendo de nosotros. Incluso hemos logrado un gol (ilegal, por fuera de juego), pero nos vamos a Segunda con un muy amargo sabor en la boca. Incapaces de meter un solo gol jugando en casa. Estoy desolado.
Nuestro precioso nuevo estadio solo verá, de momento, partidos de Segunda. Quizá sea justo con este equipo y con el tiempo que perdimos con Michel en el banquillo. Pero hoy es día de lágrimas no de análisis. Huesca llora. Entera.