Catherine Destivelle abre de forma oficial el Banff Festival en el salón de actos de la Diputación de Huesca lleno para seguir la conferencia de la escaladora francesa.
Vive en Chamonix. Escala con sus amigos y su hijo no quiere seguir sus pasos. Prefiere la música. Catherine Destivelle abrió anoche de forma oficial el Banff Festival –ella fue protagonista del premio a la mejor película de montaña del festival de Alberta (Canadá) en 2009- en el salón de actos de la Diputación de Huesca. Lleno hasta la bandera. Lógico. Es leyenda viva e impresionó en el repaso que hizo de su vida como escaladora. Una de las pioneras. Aún hoy sigue asombrando. Con el nacimiento de su hijo, Víctor, dejó de viajar y cambió la dificultad de las paredes por la de los despachos. Tiene una editorial y pronto Desnivel editará uno de sus libros en España.
Nacida en Orán (Argelia, 1960) de padres franceses pronto sintió la llamada de la pared. A los 12 años empezó a fundirse sobre la roca. “Mi sueño era ser como Heidi”, reconoció ante un público entregado de antemano. Hizo un cursillo a esa edad que sumó a su don natural para progresar. A los 16 ya tenía un nivel alto. Y así empezó a forjar un rico historial donde se apelotonan las caras norte del Eiger, Cervino, el pilar sudoeste de la Aiguelle du Dru y un par de campeonatos para convertirse en la mejor escaladora del mundo.
En Aragón, también dejó huella. En 1985 escaló el Puro, en Mallos de Riglos, sin cuerda. Era la primera mujer que lo conseguía. Una proeza recogida, entonces, por el Hola y por Paris Match, revista que siempre siguió su evolución y apoyó en su carrera. “Conocía Riglos de otras veces, pero lo que me llamó la atención es que me hicieran fotografías y me pedían cosas que no acababa de entender”, explica. “Escalar sin cuerda ya lo había hecho antes, pero hacerlo al lado de un fotógrafo cambia, porque no es la misma concentración”, añade.
Además de los retos que los escaladores entablan con uno mismo, la competición no es aneja a este mundo. Su rivalidad con la americana Lynn Hill, también fue enconada. Si bien Destivelle forjó su leyenda en la escalada también tuvo un papel en el alpinismo. Intentó el Shisha Pangma en estilo alpino y el mal tiempo la retiró del Annapurna.
El riesgo que impregna una actividad así mudó casi en muerte en la Antártida, en 1996. Sufrió una caída que le fracturó una pierna en un sitio donde no hay nada y si cualquier contratiempo es un problema de difícil resolución, una lesión así te acerca al fin. Afortunadamente se salvó y el nacimiento de su hijo le ayudó a orillar una vida de viajes y de retos.
La escalada de compromiso ya no es el centro que mueve su pasión. Su familia y sus amigos son el motor de esta leyenda que, eso sí, cada vez que puede se escapa a un patio de recreo inmenso como es el de Chamonix. De la escalada actual comparada a la de antes destaca que “ahora hay muchas salas donde puedes entrenar cuando el tiempo no acompaña”.
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