En el momento más complicado, en la noche más devastadora futbolísticamente de la temporada, emergió entre la sorpresa, el orgullo y la admiración, un torrente de sentimientos que desataron un momento sin igual. La afición de la SD Huesca dejó para el recuerdo su sello que le ha hecho grande durante toda la temporada. Allí se congregó una simbiosis de sentimientos, un estadillo espontáneo de azulgranismo en vena, un poder tan identitario que hizo supurar hasta el más duro de los corazones.
En la fresca noche oscense, se hilvanaron las verdades de la vida. Esas que en la vorágine del día a día pasan casi desapercibidas. Pequeños gestos que ayudan a comprender que estamos aquí para sumar, unir, participar y en mayor medida: disfrutar. La SD Huesca firmó su documento de defunción. No por intuir el desenlace el momento fue menos doloroso, pero descender a una categoría que apenas hemos ostentado 8 años de nuestra vida era el peor mal que podía sucederle a la SD Huesca esta temporada. Ni en los momentos más duros, hay que olvidar quienes somos, hacia donde vamos y lo que nos costó llegar hasta conseguirlo.
La verdadera joya: la afición
Y lo hizo en un Alcoraz entregado, orgulloso y muy agradecido. Aquellos 10 minutos finales quedarán grabados en la retina de muchos aficionados que ayer, pese al duro correctivo sufrido, tuvieron fuerzas y generosidad, para devolver con cariño, tantos y tantos momentos de esfuerzo. Si Lugo significó tocar el cielo, lo de ayer, dignificó lo que supone un descenso. Las lágrimas de la decepción, son el riego más nutritivo para el futuro.
“Si algún día pudiéramos escuchar al fútbol hablar de su sentimiento, estoy seguro que reconocería que nació para días así, para aficiones y clubes como el nuestro”
La SD Huesca no ha dejado indiferente a nadie y su forma de afrontar un descenso, es la lección más maravillosa que nos deja esta temporada. Fieles sí, pero con la suficiente personalidad para reconocer que se han sentido reconocidos, que han reído y llorado junto a los verdaderos protagonistas, que, sin su aportación, compromiso y afán de superación, nada de esto hubiera sido posible. Huesca lloró, pero a su vez coreó un mensaje muy prospero. Hay vida más allá del descenso, hay sentimientos que lejos de morir, consiguieron elevarse muy alto, consiguieron emocionar al mundo futbolístico entero.
¡Volveremos otra vez!
Ayer, El Alcoraz abrazó miles de sueños, miles de historias y miles de sentimientos. Nunca antes un clamor espontaneo identificó a tanta gente. El momento más complicado de la temporada lejos de desatar cabreo o frustraciones, nos enseñó al aficionado más terrenal, más humano, mas auténtico. Si algún día pudiéramos escuchar al fútbol hablar de su sentimiento, estoy seguro que reconocería que nació para días así, para aficiones y clubes como el nuestro.
Con ilusión, con valentía, sin rencores y con la suficiente naturalidad para rendir un homenaje a la honestidad. La de esos futbolistas que ante todo y contra todo, soñaron con hacernos mejores y más felices. Muchos de ellos lo consiguieron y nos regalaron el mejor de nuestros sueños. Ellos, junto a otros muchos, han hecho más grande este club. La afición fiel como la que más, también supo reconocerlo.
Yo, que tantas y tantas veces me ha tocado juzgar cada uno de sus movimientos, solo me queda decirles gracias, aquí o donde la vida los lleve, no nos pierdan de vista, porque estoy convencido, que algún día, tarde o temprano, volveremos. Se apagó la luz de la Primera, se encendió la llama de una extraordinaria afición.