Dijà llegó al BM Huesca la pasada campaña cuando el equipo caminaba lastrado por numerosas lesiones. El brasileño revolucionó el siete de Nolasco y ahora pelea por alcanzar su gran objetivo: participar en las olimpiadas de Río de Janeiro.
Si pudiera meterse en una máquina del tiempo, a Dijà le gustaría encontrarse con Jackson Richardson. Pero no en el mismo equipo. Como rival. Para medirse. Quizá es por el gen que carga quien considera el deporte como un reto, como un acto de medirse contra otro. De saber si lo puede frenar o superar. En definitiva, de competir. Lo dice con una sonrisa. Desliza las palabras con acento portugués mientras dibuja en su cara una mueca de saber que es un deseo imposible.
Dijà posa minutos antes de un entrenamiento.Diógenes Cruz, Dijà, apareció la pasada campaña por el BM Huesca tras jugar 23 partidos con Palma del Río, en la División de Honor B. El siete de Nolasco mermado por las lesiones entraba en un túnel complicado del que salió con el respaldo de este brasileño que contribuyó de forma decisiva para evitar males mayores clasificatorios al equipo. Sí, brasileño y jugador de balonmano. Y sí, cansado de que le digan porqué el balonmano y no el fútbol. Para no entrar en más detalles; ni todos los brasileños juegan al fútbol ni a todos los españoles les gusta el flamenco. El fútbol solo de perfil. Antes del balonmano probó en el baloncesto cuando estudiaba en el colegio Nelcina. De hecho recibe a SPORTHUESCA.com con un libro sobre Michael Jordan entre sus manos.
Nacido en 1987, en la localidad de Ipatinga, una ciudad de unos 250.000 habitantes del estado de Minas Gerais, una región del sudeste brasileño con una extensión ligeramente superior a la de Francia, empezó a convertir el balonmano en su modo de vida en el año 2001. Llegó gracias a que lo practicaban sus amigos y pronto se enganchó. Progresó de manera adecuada y desde niño en la posición de central. Quizá, porque en el baloncesto actuaba de base.
Procede de una familia de deportistas. Su padre, sus tíos jugaron a fútbol en el campeonato de Mina Gerais. Su hermano, también. Y a él le inculcaron la actividad deportiva desde niño. Practicó, además, capoira y fútbol sala, pero todo lo orilló por el balonmano. Llegó a España procedente del Pinheiras con el que en 2011 ganó los Juegos Panamericanos. Además, en su currículo tiene la participación en el Mundial de Suecia y en los Juegos de Pekín. Regresar a la selección es uno de sus máximos objetivos y las Olimpiadas de Río de Janeiro, el reto. Aunque sabe que lo tiene difícil. Brasil empieza a ser una fábrica de jugadores. Cada vez son más los que cruzan el Atlántico. Hacerse con un puesto en el equipo está caro. “Brasil tiene un grupo muy cerrado ahora. Entrar será difícil”, se sincera.
En España llegó a Palma del Río en un cambio brutal. “Gracias a la selección visité muchas veces Europa y me vieron jugar. Al principio era reacio a jugar aquí. Estaba en la universidad y vivía bien. Pero llegó un momento en que decidí tener esa experiencia. Me llamó Hugo Garza y me vine”, explica. A Huesca recaló de la mano de quien fuera segundo de José Francisco Nolasco, Efrén Pérez. “Cuando recibes la llamada de un equipo Asobal siempre muestras interés. Y en una hora se cerró el acuerdo con Javier Zaragoza. La directiva de Palma del Río se portó muy bien conmigo. Me puso todo tipo de facilidades para desvincularme de ellos. Siempre les estaré agradecido”, señala.
Dijà, con Javier Zaragoza, en la presentación del jugador | Foto: sporthuesca.com – Mar TorralbaSu llegada a Huesca estuvo más alfombrada por la presencia de Pepe Novelle y Eloy con los que se había enfrentado en partidos de selecciones inferiores a la absoluta. “Sabía que venía con poco tiempo y tenía que demostrar mucho”, recuerda. Y en un deporte donde los vídeos funcionan a velocidad de crucero de él no había y su juego sorprendió a más de un rival. “Llegue a la Asobal con 27 años, no muy niño –sonríe- por lo que tenía que demostrar mucho en muy poco tiempo”, insiste.
Extrovertido como se asocia a todo brasileño, tiene en la guitarra y en el cavaquinho –un instrumento portugués de cuatro cuerdas similar al ukelele- su válvula de escape. “Es una pasión que viene de familia. Desde los 9 años toco la guitarra y la verdad es que me gusta la música en general”, afirma con una sonrisa. Lo aprendió de forma autodidacta y, de momento, conciertos en el vestuario no ha ofrecido. En Huesca, sus compañeros de confidencias son Cabanas y Doldán. Estudiante de Inef y de Administración y Dirección de Empresas en Brasil lo retomará cuando vuelva a su país. De momento no se ha marcado fecha para retornar. “Quiero seguir jugando en España y si no fuera posible seguir, en Francia. No salí de Brasil para volver tan pronto”, indica.
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