No, no es un ensueño. Porque los sueños suelen ser expresiones del deseo aún incumplido, maquinaciones del subconsciente que reflejan ansiedades o miedos que tienen que ver con la memoria y la imposibilidad de ejercerlos en la vida real. Volar, ser millonario o aprobar esa asignatura que se resiste. Y nada de lo que rodea esta temporada a la Sociedad Deportiva Huesca es irreal ni se encuentra anclado a lo irrealizable. Tildarlo de fantasía sería menospreciar el trabajo de la dirección deportiva, empequeñecer los méritos del entrenador y restar méritos al fabuloso quehacer de la plantilla azulgrana.
Las capturas de pantalla tras aplastar el sábado al Oviedo, de la misma manera que antes se hizo trizas al Mirandés y se comió la moral a Reus, Almería y Córdoba, retrataban a los oscenses en la segunda plaza de la Liga. Para guardar y como solaz eterno de mayores y pequeños. El domingo se bajó hasta la quinta plaza, la cuarta si se obvia al filial del Sevilla. ¿Y qué? Las conclusiones, consumido ya un tercio del campeonato, son positivas en casi todos los aspectos. Y no es un periodo de tiempo desdeñable. En algunos segmentos de la afición, por el contrario, se ha asentado la idea de que se trata de un disfrute pasajero y más pronto que tarde llegarán mal dadas.
Es posible. Pero así no se goza y se priva al deporte de su esencia primigenia del disfrute infantil y atado al aquí y ahora. Despachar lo del otro día en El Alcoraz con que “más dura será la caída” es como conocer a una chica preciosa una noche y no dejar de pensar que en un par de meses estaréis separados. Además de ser tremendamente injusto con los implicados. ¡Disfruten!, que el Huesca está ahí porque se lo ha merecido y cada choque en casa es un festín al que toda la ciudad y provincia están invitadas. Los 3.000 frente al Oviedo, la mejor entrada del curso, son todavía pocos. Se están perdiendo lo nunca visto y es más barato que ir al circo.
En una de esas hipótesis que tanto nos gustan a los periodistas, si la liga terminase ya Huesca y Zaragoza se medirían en la fase de ascenso con el factor campo para los de Anquela. Más que anticipar un futuro que nadie conoce, el dato muestra la foto exacta de un Huesca al que solo cabe poner la pega de que su rendimiento como local esté lejos del visitante. La máquina azulgrana alcanzó este fin de semana su versión 4.0. A diferencia de otros choques en los que fue de menos a más, fue un todo articulado para destrozar a un rival que solo había recibido siete goles en 13 compromisos y se marchó con cuatro más. A las virtudes ya conocidas sumó una mayor verticalidad por las alas o el papel de un Ferreiro que ya ha derribado a golpes la puerta de la titularidad. Y Samu, como siempre.
Mención aparte merece el crecimiento exponencial de Melero y Bambock en el centro del campo. Dos futbolistas que están creciendo a base de minutos tras vencer las dudas iniciales y hacerse con una parcela del campo crítica. La misma que perdió a Fran Mérida, no encontró a Sastre y tiene lesionado a Aguilera. El Huesca ha podido tocar techo, pero se mueve por un terreno sólido. No hay que desdeñar que se acumulaban seis bajas o la nómina de clubes con mejores jugadores y más nombre que se encuentran por debajo en la tabla. La fiabilidad en El Alcoraz y la igualdad en la clasificación sostienen esa quinta plaza y se presume de números de ‘play off’ al final de la liga. Anquela se enfrenta a dos desafíos: sostener las cabezas ahora que las piernas se encuentran tan fuertes y preservar este legado cuando se viaje lejos del Alto Aragón, primero el domingo en Vallecas. A los de fuera nos toca disfrutar. Sin complejos, por favor.