No les voy a engañar, no está siendo una buena semana. Quienes llevamos al Peñas Oscenses en el corazón estamos tristes y dolidos, no les quiero contar cómo están los que siguen ahí al pie del cañón. Se han marchado casi juntos Antonio Mas y José Ramón Buisán, dos excelentes personas, dos futboleros de pro, dos personas difícilmente irrepetibles y totalmente irreemplazables. Pertenecían a generaciones distintas pero amaban el fútbol, a su trabajo, y al Peñas Oscenses por encima de todo. Lo demostraban día a día, no había que rendirles cuentas.
A Antonio lo conocía desde niño. Su vinculación con el equipo de fútbol de Sangarrén superó el haber jugado varias temporadas. Te quería como si fueras su familia, y cuando viajábamos juntos por el norte de España le decía a mi padre: “Ángel, no te preocupes que tu hijo conmigo estará bien cuidado”. Me encantaba escuchar sus anécdotas de aquellos años en las que siempre te hacía sacar una sonrisa. Al acabar los partidos, te contaba algún detalle que habías pasado por alto y que seguramente era parte importante de la victoria o la derrota de ese día. Consiguió que los jóvenes de 17 y 18 años le respetaran, le comprendieran y le escucharan, cosa que a día de hoy casi parece una utopía. Incansable hincha del Real Zaragoza, nunca renegó de sus colores blanquiazules aunque la cosa se pusiera complicada. Cuando alguien tenía algún problema físico, sabía que con Antonio estaba en buenas manos, y si no era físico, el pequeño Mas siempre estaba dispuesto a arrimar el hombro.
No dudó en ser socio fundador de un proyecto que no se sabía donde acabaría a finales de los 80, y comprobó que el trabajo de los incansables fundadores del Peñas Oscenses daba sus frutos con el paso de los años. Siempre fue un gran defensor del fútbol femenino, ese que algunos, al parecer, acaban de descubrir hace poco.
Buisán siempre fue un tipo discreto y silencioso. Observaba el fútbol en silencio, con las pipas como compañeras. Después, siempre tenía una opinión certera. Jamás le escuché levantar la voz contra un árbitro o contra un rival. Apostó por la EFO, por la formación de chavales, porque el resultado no debía ser lo más importante. Cuando por ejemplo veo a Dani Calvo triunfar en el fútbol, sé que ese trabajo de formación ha dado en la tecla correcta.
Amaba el fútbol fuera de la categoría que fuera. Se recorrió conmigo media España para acompañarme a una semifinal de Copa y al finalizar el partido me colocó una bufanda en la sala de prensa del Benito Villamarín: “Para que sepan estos de Bilbao del equipo que eres en realidad”, me dijo. Nunca pude convencerle que se cambiara de acera. Era txuriurdin hasta la médula, pero de esos realistas con los que era imposible enfadarte en una discusión sobre quién era mejor equipo o quién tenía mejor cantera.
Daba gusto charlar de fútbol con él porque jamás elevaba la voz, pero daba más gusto tener su amistad, porque sabías que había un hombro en el que apoyarte necesitaras lo que necesitaras. Buisán era de las personas que hacían de la sencillez algo rutinario, que nunca guardaba rencor a nadie aunque le fallaran los que él creía cercanos. Un tipo de los que quedan pocos y de esos que habría que clonar, igual que con Antonio Mas.
Se ha marchado gente buena, créanme, buenos de verdad, algo en los campos de San Jorge ha quedado de ellos, pero sobre todo en el Club Deportivo Peñas Oscenses, al que tanto han dado y tanto se les va a echar de menos. Ahora, los que aquí nos quedamos continuemos con lo que ellos sembraron y cultivaron, para seguir cosechando sus frutos. La gran familia del Peñas queda huérfana, pero guarda un gran legado dejado por ambos.