Se acabó una semana larga, dura y difícil para el Huesca, porque ni arrancó bien ni continuó mejor, pero terminó con buen sabor de boca y por suerte no ha sido amarga del todo.
En Valladolid se constataron dos realidades; una inmediata, proporcionalmente relacionada con el partido en sí, y otra que perdura en el tiempo desde el inicio liguero y de la que ya he hablado en más de una ocasión.
La realidad inmediata es que el Huesca, nuevamente en la lona y casi noqueado, con un juego muy discreto en la primera parte y con resultado adverso, no sólo se levantó de la lona, sino que atizó dos ganchos letales a su rival y se terminó llevando los tres puntos en un combate que parecía perdido.
Del asalto de Pucela destacó Camacho, el menos gris en la primera parte y quien como siempre, nunca dejó de creer en la victoria. El 1-1 fue una de esas jugadas típicas del capitán, de esas a las que nos mal acostumbró hace tiempo y que se echaban mucho de menos. Llegar desde atrás para remachar a gol, es un arma secreta que Camacho maneja a la perfección, y sería injusto por mi parte no alabar sus acciones cuando reseño si no hace bien las cosas.
“Llamadme lo que queráis pero el partido no me gustó”
El Huesca mejoró en la segunda parte. Se llevó el partido y calmó sus malos resultados y también su mala suerte de partidos anteriores con un bálsamo que debería servir para seguir trabajando desde la relativa tranquilidad que suelen traer las victorias. Eso sí, llamadme lo que queráis pero el partido no me gustó.
El sábado en Zorrilla el Huesca volvió a carecer de dos cosas importantes: el no tener el balón y el no generar ocasiones de peligro.
Las circunstancias de la plantilla han obligado al equipo a desdeñar el balón, porque nadie ha sido capaz de echarse la pelota al hombro y distribuir el juego, y así es muy difícil crear jugadas de ataque y generar miedo en el área rival.
El jugar por las bandas, donde el Huesca se hace fuerte con Ferreiro, Alexander y Vadillo, que parecen arrancar y mejorar a cada partido que pasa, debería ser una opción de juego y no la única del partido. Porque hay días que si ese recurso no sale, el Huesca queda huérfano de ocasiones y eso es jugar a la ruleta rusa.
“Ya puede jugar Lázaro, Vera, Cmiljanic o Sergio Brau en punta, que el resultado va a ser el mismo”
Si no hay pelota, si no hay nadie que genere fútbol y salida clara de balón, ya puede jugar Lázaro, Vera, Cmiljanic o Sergio Brau en punta, que el resultado va a ser el mismo: cero peligro.
Por eso, con la llegada de David López, el Huesca debe replantearse su forma de jugar, porque tiene pasadores, gente veloz y futbolistas de contención, como para formar una medular variada, que cree, que destruya, que defienda y ataque a partes iguales y que abastezca a sus delanteros de los balones necesarios para generar ocasiones de gol: mimbres para el cesto hay de sobra, pero falta quien sepa tejer el cesto.
“Aquí estoy yo, no me den por muerto”
Me preocupa ligeramente que al Huesca le cueste tener el balón, pero creo en Anquela, con los mimbres adecuados, sabrá ordenar al equipo para generar mucho más fútbol del que ya hace. Porque tiene los futbolistas para exigirle más, y me congratula sobremanera que el Huesca siga teniendo esa ‘rasmia’, ese temple tan aragonés y esa fuerza para levantarse cuando peor pintan las cosas, para decir “aquí estoy yo, no me den por muerto”, y se lleve los partidos y calme al entorno de una forma sorprendente.