ZARAGOZA| Pocos jugadores fichados en el mercado invernal han tenido tanto impacto en el Real Zaragoza como Édgar Badia. El portero catalán encadena cuatro partidos jugando a un gran nivel y en apenas un mes ya ha hecho olvidar los fantasmas de Poussin y Rebollo. Frente al Sporting de Gijón, le negó el gol de la jornada a Cote con una parada al alcance de pocos en el único disparo a puerta peligroso que tuvo el conjunto rojiblanco. Y ahí es donde reside la diferencia fundamental entre Édgar Badia y el resto. Estuvo cuando se le requería. Su mano salvadora cambió el devenir del partido y a los pocos minutos Maikel Mesa puso el 2-0 en el marcador.
El exjugador del Elche recaló en un Real Zaragoza inmerso en un grave problema en la portería y es que tras la lesión de Cristian Álvarez, el equipo competía sin portero. Igual suena algo exagerado, pero es la cruda realidad. Tanto los grotescos errores de Poussin como la inseguridad de Rebollo condicionaron sobre manera a un equipo afectado por numerosas bajas importantes. Los casi cuatro meses sin fiabilidad estable bajo palos hicieron que el objetivo del ascenso -marcado a principio de temporada- se viera cada vez más lejano. Ante esto, Juan Carlos Cordero se movió rápido en el mercado y firmó a uno de los mejores guardametas de los últimos años en Segunda División.
Édgar Badia es un tipo peculiar. Un tipo del que nunca dirías “este es portero”. Su 1,8 metros de estatura parecen un problema en su demarcación, pero él consigue transformarlo en ventajas. Rápido, ágil y elástico serían sus virtudes aunque también es capaz de atrapar balones por alto gracias a su salto. Su meticulosa forma de preparar los partidos y adaptarse a los rivales hace que siempre esté preparado en el momento adecuado. Aunque parezca ilógico, Badia disfruta siendo exigido y con el paso de los minutos se va haciendo grande. Justo lo que necesitaba el Real Zaragoza, un héroe que iguale el nivel que venía ofreciendo un Santo.