En una entrevista a Edurne Pasaban tras su reciente paso por el Banff Festival de Huesca, donde tuvo lugar una proyección comentada de ‘Chhaupadi’, que documenta en imágenes su ascensión al Saipal (Himalaya nepalí), insiste en la necesidad de tener la “cabeza fría” y de “escuchar el instinto” antes de tomar una decisión en situaciones de peligro.
Según explica, “cuando estás a 150 metros de la cumbre es muy difícil darte la vuelta. Piensas todo lo que has hecho hasta ahí y que la recompensa a tu reto está en la coma de esa montaña”. “Pero debajo de esos 150 metros estás viendo al mismo tiempo cosas que no controlas, como el tiempo o una arista ante la que no te sientes confiada“, apostilla Edurne Pasaban. Para ella “las buenas decisiones en esos momentos son las de escuchar tu instinto y darte la vuelta”.
Las relaciones de Edurne con la montaña comenzaron muy pronto, cuando viajaba en una caravana de niña al Valle de Hecho, en el Pirineo de Huesca. Entonces observaba a su padre que se marchaba junto a sus compañeros a realizar travesías y ascensiones. “Todavía tengo el recuerdo -explica la montañera esbozando una sonrisa- de pasar inviernos en esa caravana. Había estalagtitas dentro y veía las montañas. Mi padre salía con sus amigo y yo le preguntaba entonces por qué no podía subir al Castillo de Acher“.
Lo cierto es que a los 14 años, Pasaban, que reconoce la importancia que tuvo para ella la figura del club de montaña, se apuntó a un curso de escalada. Un año después ya estaba en la cumbre del Montblanc.
Según explica, “de aquí surgió una especie de cuadrilla con gente de distintas edades pero unidas por la montaña, personas de 25 o 30 años que fueron un poco los que me encaminaron a la profesionalización, de la escalada al alpinismo y de ahí al esquí de montaña”.
Fue la primera mujer en coronar los ‘ochomiles’
Un camino rápido que le llevó en 1998, con sólo 16 años, a formar parte de una expedición a su primer ‘ochomil’, el Daulaghiri. Una imponente montaña que se convertiría en el primer hito de un reto que culminó en 2010 tras veinte expediciones al Himalaya; ser la primera mujer en coronar las 14 cimas del planeta que rebasan una altura sólo aparentemente reservadas a los dioses, según las leyendas.
Pasaban recuerda que no pensó entonces que terminaría haciendo todos los ‘ochomiles’. El resto de cumbres se le fueron presentado en un camino no trazado previamente, “por casualidad”, añade.
Por eso resta importancia al debate que surgió con la alpinista coreana Miss Oh, que no pudo acreditar finalmente haber coronado las catorce cimas, tras una polémica que la montañera vasca “ve muy lejos”. “Cuando terminamos los catorce ‘ochomiles’, y ella antes, ya se oía un runrún de que esta persona no había subido todas esas cumbres, pero yo terminé mi reto e hice punto y seguido y continué mi camino, sin más, porque tampoco hubiera cambiado nada”.
“Mi cuerpo dijo basta en el Kachenjunga”
De su paso por estas montañas, entre las que recuerda el K-2 como la más difícil, guarda recuerdos de situaciones que pudieron dejarle en zonas inhóspitas para siempre, como la vivida en el año 2009 en el Kachenjunga. “Fue terrible, porque a 7.400 metros mi cuerpo dijo que basta, que no se movía de ahí. Yo tiré la toalla y me abandoné allí mismo”, comenta la montañera, que fue rescatada por sus compañeros, “lo mejor que he tenido en mi vida”, subraya.
Edurne Pasaban asegura que su condición de mujer no ha sido un obstáculo en ningún momento con sus compañeros para ser considerada “un miembro más” de las expediciones. Pese a ello admite que el “entorno” del montañismo sí que se dan situaciones en las que “parece que tienes que demostrar un poquito más”.
“Me acuerdo de estar en un campamento base y de gente que viene al lado tuyo y te pregunta cuando has tardado en llegar al campamento 1. Luego les escuchas decir que si tú has tardado cinco horas él lo hará en cuatro, sin reflexionar si el camino va a estar más difícil o tener un mal día que te hace perder siete horas”, destaca Pasaban.
Ahora, con un hijo de 3 años, Edurne reconoce que le cuesta “mucho más” afrontar retos porque “el niño se va haciendo más mayor y te demanda cada vez más”.
Aún así, añade, “sigo haciendo montaña, y este otoño me iré al Himalaya a hacer una montaña, no un ‘ochomil’ sino alguna de seis o siete mil, pero son objetivos que quiero yo, que no se hacen por algo visible como una invernal o una ruta nueva”.