El Anxo Carro es uno de los campos más particulares de Segunda División. Con un aspecto que recuerda al fútbol más tradicional, posee un ambiente distinto y una banda sonora propia. Hasta el punto de que sus aficionados, medio broma y medio en serio, utilizaron para su estadio el sobrenombre del Anfield Carro. Con espacio para poco más de 7.000 aficionados, el Zaragoza conoce de cerca la escenografía del estadio lucense. Entre otras cosas, porque hace no tanto el Anxo Carro fue el lugar de un milagro.
En sus años como portero del Real Zaragoza, Cristian Álvarez ha firmado paradas imposibles. Ha sido capaz de negar un gol cantado, de realizar intervenciones que solo se explican desde el talento, la magia y una extraña alianza con la suerte. Pero en el curso pasado, con el descenso en juego, Cristian Álvarez firmó su obra maestra. Su vuelo más célebre llegó en el descuento, en el área rival, y aquel empate sobre la bocina le sirvió al equipo aragonés para aferrarse a la permanencia. Meses más tarde, el Zaragoza regresa a Lugo, precisamente con la duda de si Cristian Álvarez podrá guardar la portería en Galicia.
La magia del Anxo Carro
El estadio gallego es el lugar propicio para las emboscadas. Con dos metros menos de largo y de ancho que La Romareda, la cercanía de las gradas genera una sensación de agobio permanente. Esa especie de engaño espacial afecta al juego. El Lugo se sabe dueño de su terreno y genera ocasiones en el fútbol directo y en las acciones de estrategia. Su permanencia en estos últimos tiempos, en los que flirtea de manera recurrente con el descenso, no se entiende sin los puntos obtenidos en su campo. Especialmente frente a la grada de los `Siareiros´, en la portería en la que Cristian Álvarez marcó su tanto. En esa zona del estadio se ubican los grupos más emblemáticos y radicales del Lugo: Frente Begonte y Brigadas Lucenses. Y en ese fondo, con público y sin él, es en el que suelen pasar las cosas en los partidos.
Apuntes del Lugo
Setién construyó hace tiempo una identidad para el equipo gallego. Con su propuesta, basada en el fútbol posicional, cualquiera que llegaba al Anxo Carro sabía que podía ganar o perder, pero que iba a ser sometido en los partidos. Ha pasado el tiempo y el Lugo ha abandonado ese modelo, entregado a la atmósfera de su estadio y a un fútbol más primitivo.
Los técnicos no consiguen asentarse y los últimos entrenadores se enuncian con la velocidad de una lista de asistencia. Eloy Jiménez, Curro Torres, Juanfran, Medhi Nafti o Luis César precedieron a Rubén Albés en el banquillo. Albés, el último y el más joven de su historia, fue el artífice de la salvación con 36 años. El técnico disfruta ahora de la confianza temporal de Tino Saqués, el mandamás lucense. Y sobre el césped, la grada aprecia a Carlos Pita como el mejor símbolo del club y de sus años en Segunda.
Las últimas visitas del Real Zaragoza al Anxo Carro
Pese a ser un estadio con una narrativa propia, desde que el Zaragoza logró vencer en 2019 no tiene la sensación de enfrentarse a un campo maldito. Sí de jugar en un terreno especial, que favorece el intercambio de golpes y las alternativas. En su paso por la Segunda División ha visitado el Anxo Carro en ocho ocasiones. La victoria se resistió desde 2013 hasta el 9 de febrero de 2019 y llegó con tantos de Linares y Guitián. Hasta entonces había acumulado dos derrotas y tres empates, con remontadas inverosímiles y partidos llenos de emoción. La inercia cambió entonces y el Zaragoza acumula dos triunfos y un empate en sus últimos pasos por Lugo.
En el duelo de esta tarde se medirá en tierra de meigas a su propio embrujo. El Zaragoza almacena buenas sensaciones pero vive cerca y lejos del gol al mismo tiempo. Frente al Lugo, el equipo de JIM busca saldar esa cuenta pendiente. Y no quiere hacerlo en un escenario cualquiera. La oportunidad llega en el Anxo Carro, uno de los campos más singulares de Segunda División.