ZARAGOZA | Hay muchas razones para entender los tres triunfos consecutivos del Real Zaragoza. Hay quien cree que algunos se pueden explicar a través de la fortuna, capaz de decidir duelos que se viven al límite. Nada más lejos de la realidad. El Zaragoza de Escribá ha aprendido a trabajar los detalles, a entender que el talento individual puede servir también al equipo.
De momento, se comporta como un equipo total. Los delanteros defienden, los mediocampistas corren y hacen jugar y los defensores también marcan. Escribá cuida los detalles y entiende los secretos más preciados de la competición. Entre ellos, está la capacidad de sufrimiento y el valor de la estrategia.
El balón parado es responsable de 6 de los 9 puntos que ha conseguido el Zaragoza en el inicio. Ha sido capaz de cambiar el lanzador y el autor del gol en dos jugadas que decidieron dos partidos distintos. Lanzaron Toni Moya y Sergio Bermejo para que marcaran Francés y Jair. En ese punto del relato, los centrales definieron como si fueran goleadores de siempre.
Durante un tiempo, hice secciones de radio en una cadena mayoritariamente musical. El locutor que dirigía el programa no tenía ningún reparo en decir que no sabía nada de fútbol. En un punto del directo, engolaba la voz para hacerme siempre la misma pregunta:
-¿Qué porcentaje del éxito o del fracaso en el deporte depende de la suerte?
-Supongo que uno similar al que se da en la vida. En un momento puntual, en un partido concreto, la suerte puede ser un factor decisivo. Pero cuando la fortuna se repite con cierta frecuencia, deja de ser azar. Se convierte en control de la dificultad, en atención a los detalles. Y en las temporadas sueles ocupar el lugar exacto que te mereces: la suerte también se busca- solía responderle.
Es pronto para proyectar el futuro definitivo del Real Zaragoza en la temporada. Pero sería igual de atrevido considerar que sus triunfos se pueden explicar desde el azar. Si vencer se convierte en una costumbre, habrá que analizar los mecanismos de un equipo al que le sientan bien todas sus pieles. Y pensar que ha aprendido a buscar la suerte.
Con fortuna o sin ella, el Real Zaragoza trabaja para que el baile de la victoria no se acabe nunca.