ZARAGOZA | El Real Zaragoza perdió ante el Burgos y aplaza su salvación en la temporada (1-3). Como todo el mundo supo hace tiempo, todavía quedan días de llanto y sufrimiento. Hoy cayó ante un equipo que encontró el remate que siempre le faltó al equipo de Víctor Fernández.
El Real Zaragoza quiso madurar el partido, cocerlo a fuego lento. Pero el duelo exigía una reacción certera, definitiva, intencionada. Y en el plan de Víctor hubo más contemplación que hambre, más calma que rabia.
El inicio trepidante cambió pronto y el fútbol se volvió cemento. Le costó progresar al Zaragoza, que intentó distraer por dentro y crecer por fuera. Ganó metros a través del centro de Fran Gámez y de los intentos de Maikel Mesa. El partido pareció en la balanza del Zaragoza, tímido a los puntos, hasta que Joni Montiel decidió cambiarlo todo.
El madrileño trazó la diagonal del zurdo y diseñó un disparo perfecto, inapelable, a la escuadra (0-1). Fue un gol de museo, una jugada ideal. La firmó un futbolista diferente, que tiene regate, magia y golpeo. Las tres variables que definen a Jonathan Montiel se unieron en la misma jugada, para que el partido sonriera al conjunto burgalés.
El gol le sentó mal al Real Zaragoza, al que le costó un mundo recuperar la pelota. Jugó con el tiempo el Burgos y las reacciones de los maños llegaron a la carrera. No acertó Adrián Liso, que tuvo un gol cantado primero en el área. Le tomó el testigo Toni Moya, con un disparo de interior que se fue cerca del palo. Y los dos se reunieron en la jugada del empate.
En el tramo en el que mejor se encuentra el grupo, al filo del descanso, llegó la reacción del Zaragoza. Adrián Liso proyectó una parábola perfecta, prometedora, bonita de principio a fin. La historia se topó con la escuadra, pero no acabó ahí. Recogió el rechace Toni Moya y su disparo lo desvió con fortuna Jaume Grau (1-1). Fue el regalo del fútbol, que llegó en el día de su cumpleaños. Así, por pura insistencia, logró el Zaragoza el empate. Lo hizo en el tramo que más le beneficia, con un gol de pura carambola y una sonrisa de la suerte.
Segunda parte
Sucedió que el fútbol le reservaba al Zaragoza un sinsabor tras la reanudación. Salió frío el equipo y Curro Sánchez encontró la fortuna que antes había sido de Grau. Su disparo, tibio de salida, se envenenó en el roce de Mouriño. Cristian Álvarez recogió por segunda vez el balón de sus redes, sin que hubiera podido hacer nada en ninguna de las dos acciones para cambiarlo.
La siesta tras el descanso empeoró al Zaragoza, que volvió a perseguir un resultado, por segunda vez en el partido y como casi siempre con Víctor. Y esta vez el equipo no pudo dibujar respuestas.
El segundo esfuerzo fue más complejo, un regreso a la casilla de salida. Ahí, en el punto en el que todo se complica, el Real Zaragoza encontró la pista de Adrián Liso. El canterano es un velocista y en carrera es capaz de congregar todas las fuerzas de la naturaleza. Probó fortuna en el galope y también en el disparo. Si la élite fabrica futbolistas corrientes, el Zaragoza ha encontrado un talento salvaje, un niño con sueños de gigante.
Una vez que había pasado su turno, el equipo volcó su fútbol al otro costado, el de Germán Valera. Ahí apretó pero no llegó a ahogar. Pasó de ser un intento a la nada más absoluta, un principio sin final. Lo mostró especialmente en un remate a placer, en el que le faltó hambre, un punto de veneno. Pero también en sus centros. Se acumularon las ocasiones en el área del Burgos, pero ni Mesa ni Germán ni Liso encontraron las redes de La Romareda.
Un choque que lo cambió todo
El choque entre Mumo y Elgezabal cambió los ritmos del encuentro. Detuvo los intentos de reacción del Zaragoza y convirtió a Elgezabal en un héroe, capaz de desafiar a la lógica y también a las brechas. El progreso del Zaragoza llegó por fuera, pero faltó claridad en los últimos metros, tino en el centro y oportunidad para los remates. Esperó el Burgos agazapado, consciente de que su turno podía llegar en la última oportunidad. Y ahí, en el momento definitivo, encontró Álex Sancris su momento. Un resbalón de Francés le dio la ventaja definitiva y le permitió tener un duelo con Jair Amador y un careo con Cristian Álvarez.
Sancris definió cruzado, fuerte, con escuadra y cartabón. Y el remate, medido, alcanzó los dos palos antes de entrar (1-3). Fue la puntilla, la sentencia de un Zaragoza que no supo sacarle partido al descuento más largo del curso. Lo jugó mal el Zaragoza, superado en los momentos definitivos por un Burgos más sensato e inteligente, clínico en su pegada. El equipo de Víctor Fernández pareció desnortado, obligado a levantarse dos veces. Perdió porque su único recurso fue el corazón y el toque de corneta. Cayó porque corrió mucho, pero casi siempre mal. Perdió porque en las áreas siempre se escribió la suerte de este juego. Y allí, el Burgos fue infinitamente superior en La Romareda.
Ficha técnica:
Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Fran Gámez (Zedadka, 91′), Mouriño, Lluís (Jair, 46′), Francés, Valera (Sergi Enrich, 91′); Toni Moya, Jaume Grau, Maikel Mesa (Marcos Cuenca, 91′); Iván Azón , Adrián Liso
Burgos CF: J.A Caro; Borja González (Ander Martín, 91′), Aitor Córdoba, Elgezabal, Arroyo; Joni Montiel (Edu Espiau, 91′), Appin, Mumo (Grego Sierra, 75′), Álex Bermejo (Álex Sancris, 64′); Curro Sánchez, Fer Niño (Dani Ojeda, 91′)
Tarjetas amarillas: Fran Gámez (21′), Borja González (55′)
0-1 (Joni Montiel, 28’)
1-1 (Jaume Grau, 45’)
1-2 (Curro Sánchez, 46’)
1-3 (Álex Sancris, 84’)