Los ciclistas aragoneses son demasiado jóvenes para pedirles triunfos pero lo suficientemente atrevidos para exigirles que se dejen ver. Es lo que hay y es como responden ante las expectativas. En el feroz mundo del ciclismo profesional la victoria se paga cara, carísima, pero nunca es un drama no conseguirla. El drama es no buscarla por alguno de los medios existentes. Uno de ellos es el noble arte de la escapada. Un arte que forja ciclistas de verdad. Un arte puesto en práctica por nuestros valientes jóvenes durante la pasada semana en sus respectivas competiciones.
El primero en retar a un gran grupo fue Sergio Samitier. El de Barbastro añadió el mérito de hacerlo seriamente magullado por la caída del día anterior, el primero de siete. Para algunos hubiera sido motivo suficiente para no seguir en la Volta. Para él que mejor que mostrar sus heridas de guerra en la escapada, en la televisión, hasta las primeras estribaciones de Vallter 2000. En palabras de Odriozola, su director: “Samitier representa la filosofía del equipo”. O como conocer al Euskadi-Murias a través del altoaragonés, añado yo.
Fernando Barceló, otro al que le sobra desparpajo, esperó al último día, al de Montjuic. En una Volta en la que ha ido de menos a más, compartió escapada entre otros ilustres con Davide Formolo, a la postre vencedor de la etapa. Ese ir de menos a más augura un bonito escenario para el oscense en la próxima Itzulia.
Los Movistar en Bélgica
Jaime Castrillo y Jorge Arcas estaban desplazados a tierras belgas para continuar con la temporada de clásicas. En sus agendas la E3 Harelbeke y la Gante-Wevelgem. Lo típico, muros y adoquines. Y en su primera visita a esas latitudes Castrillo quiso reconocer el terreno casi por su cuenta, en una larga fuga de cinco unidades. El domingo en Gante abandonaron ambos, como muchos de los participantes, tras un ritmo brutal y su buen trabajo en beneficio de Barbero para así no malgastar fuerzas en los 251 kilómetros de la clásica.