El CF Épila lidera el grupo aragonés de la Tercera División y lo hace sin derrotas en sus registros. El grupo que dirige Rubén Zapater firmó las tablas en su última cita del año, ante el Illueca (0-0), su perseguidor más inmediato. El duelo, cerrado de principio a fin, sirve como un perfecto ejemplo de lo que es este equipo. Tiene un rostro propio, una identidad competitiva plena. Y se mantiene firme, independientemente del rival, del partido y de todos los contextos. Ganarle ha sido hasta ahora un imposible. Para empatarle, hay que sudar tinta y algo de sangre.
El milagro del Épila y sus protagonistas
El proyecto del equipo zaragozano se planeó en verano, con esa ambición que distingue a todos los aspirantes. Zapater consiguió mezclar la veteranía y la juventud, el talento y el oficio. En su equipo hay más esfuerzo que imaginación, pero la magia se vierte también en pequeñas dosis. Rafinha Baldrés es el jugador diferente, el verso libre. Baldrés pertenece a una estirpe de futbolista que nunca debería extinguirse. Es un regateador puro, la luz en las tinieblas. Siempre elástico en la carrera, en su juego hay finta y malabares. El 7 del Épila acumula 10 goles en el curso y la mejor de sus últimas temporadas.
En ataque, le acompaña un goleador sin escrúpulos como Hamza Bouayadi. Generoso, da salidas al juego colectivo y se asocia en una baldosa. En el área, sabe cómo ser definitivo. Para la segunda vuelta, habrá superado esos problemas físicos que le han impedido cerrar la primera con regularidad. Su equipo le echa en falta, como un complemento ideal de Baldrés y sus socios en ataque. Para ese tramo del curso también se espera a Samuel Cardo, otro futbolista con recursos propios.
Otro de los imprescindibles es Edu Vicente, con un primer paso que le hace diferente. Vicente juega cómo baila y baila cómo juega. Su fútbol se entiende desde el riesgo y la improvisación. Sin ser titular siempre, es una solución constante, en el once y el banquillo. Su partido en Tamarite hace unas semanas, en una de las salidas más complejas del curso, prueba el valor que tiene para esta plantilla. Una pregunta queda pendiente: ¿Qué sería de este equipo si Edu Vicente y Rafinha Baldrés jugaran más cerca el uno del otro?
En ataque, Zapater dispone de más soluciones. El fútbol de Dani Losfablos se construye a la carrera, desde el carril. Tiene aspecto de percherón pero es siempre un purasangre. Jaime Castelreanas es el mediocampista más creativo: tiene fútbol, recursos con los dos perfiles y llegada a gol, sorpresa en las áreas. Óscar Caro muestra dinamismo y buenas intenciones y Marco Ariño ocupa también un lugar en la rotación, con una percepción muy especial y fina del juego.
El muro defensivo
La virtud que más aprecia Zapater de su equipo es el compromiso colectivo, la generosidad en el esfuerzo. En ese plan, el carril central es la base de todo. Ese lugar del campo está lleno de veteranía, de oficio. José Carlos Gil, Miguel Manau, Miguel Magallón o Pablo Rupérez representan el fútbol de siempre. Gil porta el brazalete y predica con el ejemplo. Duro, férreo en las disputas, el cielo es el mejor de sus territorios. Sus gritos y correcciones son la banda sonora de los partidos y pocos jugadores son tan importantes en este equipo. Es un capitán con todas las letras, un veterano de mil guerras, un central de toda la vida. Magallón está cortado por el mismo patrón: guerrero, líder y modélico. Es el guardaespaldas ideal, el futbolista con más minutos, el mejor centinela.
Al lado de Gil, Pablo Rupérez muestra inteligencia y un fútbol cada vez más práctico y sensato. Hay quién cree que llega puntual a todos los cruces sin sudar en el camino. En el sistema defensivo, ha crecido también Javi Osanz, con un juego correcto y sin errores, con facilidad para alternar el centro de la defensa o el carril izquierdo. Para ese lugar, la opción más ofensiva es Jorge Ruiz, que juega con la zurda y el corazón en la mano. Siempre impulsivo, tiene valentía para afrontar todas las disputas. En el otro perfil, aparece el más joven de la clase: Diego Gómez es el benjamín, pero juega con hambre y defiende sin complejos.
Si Rafinha Baldrés resuelve la ecuación en ataque, en el otro lado del campo aparece Aaron Abad, como el autor de un sinfín de milagros. Es el guardián ideal, un portero hecho de reflejos. Tiene ángel, un don en las situaciones más complejas. Para él sirve la descripción más simple: muchos de los puntos del Épila llevan su nombre. Su relevo en la portería tiene además todas las garantías: Fran Fabre es el ídolo local, un gato tan veloz como feliz.
El Épila representa el encanto del fútbol modesto, las virtudes más colectivas del juego. Rubén Zapater ha construido un equipo total, capaz de hacer que todas sus piezas funcionen como una sola. Una vuelta más tarde, el Épila es un líder sólido y sin fisuras. Invencible hasta la fecha.