ZARAGOZA | El Deportivo Aragón mantiene su paso, vencedor en la jornada de ayer ante el Izarra. El grupo sigue a lo suyo, convertido ya en un equipo con todas las letras. Ajeno también a la inestabilidad de su hermano mayor, que colecciona derrotas y cerrará hoy el regreso de Víctor Fernández.
Durante algún tiempo, Emilio Larraz estuvo entre las cábalas. Ante una crisis de tal magnitud, la historia siempre ofreció algunas pistas: los mejores salvadores siempre fueron de la casa. Y en esa casa, Larraz ha hecho una carrera modélica, ejemplar. El tiempo le reservará una oportunidad, pero mientras tanto hace crecer a una generación especial, plagada de talento. El grupo tiene una marca de agua propia: son “los zagales del filial”. Y ese lema no es más que una representación juvenil de un sentimiento: puro zaragocismo.
Venció en un partido áspero, marcado por ese clima propio que tiene La Ciudad Deportiva. Hubo lluvia, sol y viento, como si en ese lugar pudieran coincidir todas las estaciones en la misma mañana. Adrián Liso, Antonio Sola y Marcos Cuenca firmaron los goles del triunfo. Y cada uno de sus tantos cuenta una historia diferente.
Los goles lo cuentan todo
Liso está en estado de trance. Es veloz, diferente y tiene dos atributos que siempre explicaron este juego: regate y gol. Zurdo, tiene siempre la portería en la cabeza y progresa a una cadencia veloz, la misma que describe su carrera. Marcó también Sola, trabajador nato, vencedor frente a dos lesiones que pueden condenar a cualquiera.
El lateral remató de cabeza y se topó con los dos palos antes de que el balón entrara. Superado el suspense, se liberó con una celebración en la que hubo emoción, felicidad personal y compartida. El Izarra metió miedo, pero Marcos Cuenca saltó al campo en busca de la sentencia. Resolvió ante el portero con un truco de calle, con dos caricias a la pelota. En su primera pisada, se metió en el barullo. En la segunda, aclaró el panorama. Su gol fue el cierre ideal para un partido lleno de dificultad, que se ganó en las dos áreas. Mientras en la propia, Calavia hacía paradas con valor de gol, el Deportivo Aragón mostró intención y pegada en la contraria.
El retrato de un equipo
El grupo merece un análisis pausado, quizá un reportaje propio. Sirva esta pieza para anticipar algunas pinceladas. La mejor virtud del filial reside precisamente en el concepto más colectivo del juego. Y en el plan de Larraz hay lugar para la solidez y también para el talento. Si Calavia muestra sus reflejos en la portería, Reda se ha hecho con un lugar en la columna vertebral, es un defensor férreo, contundente. Bien acompañado por Operé, el fútbol del Deportivo Aragón mejora a través del liderazgo de Jaime Vallejo. En las alas, vuelan Juan Sebastián y Alejandro Jay.
En la media, Vacas se ha convertido en la pared maestra. A su lado, destaca el despliegue de Alberto Vaquero. Las opciones de Juan López o Keita aportan trabajo y brega. En la zona del enganche brilla Fabio Conte, con un juego suave, hecho de buen gusto. Libiano y elegante, planea el último pase, llega y dispara sin pedir permiso. En los perfiles, hay habilidad y sprint, con Chema Aragües, Marcos Cuenca y Adrián Liso como representantes. En ataque, Pau Sans tiene ángel y goles en la piel. Y la referencia ideal es Mañas, con su intuición y sus recursos.
Queda una última nota, la de Pablo Cortés. Lesionado ahora, el 10 guarda magia en su zurda. El filial espera su regreso para el tramo decisivo y el destino de Cortés parece también escrito: La Romareda y el primer equipo.
Venció el Aragón y camina con paso firme, al abrigo de un técnico ejemplar, capaz de ser también protagonista en un segundo plano. Emilio Larraz y sus zagales siguen a lo suyo.