El debut del Huesca en Segunda División fue un fogonazo continuo de placeres. Como cuando se descubre el sexo. Cada jornada era una primera vez con la chica que siempre te había gustado e intuías inalcanzable. Llegó el derbi de La Romareda y entonces Charlize Theron se cruzó contigo por los Porches y te puso ojitos. Lo nunca imaginado. Que sí, que ya había sucedido cincuenta y tantos años antes, pero para dos generaciones de oscenses supuso dotar de sentido a una rivalidad que tenía poco de deportiva y mucho de sociológica. 2016 se abre con la ocasión de repetir y de ganarle a un Real Zaragoza del que se es costilla pero, si las cosas se hubiesen desarrollado de otra manera, cabría ser rama o incluso tronco.
Imagen de ambos conjuntos en un encuentro de pretemporada | Foto: C.PascualEl domingo chocarán dos proyectos en plena transición. Los azulgranas todavía no son el equipo que quiere Anquela, o el entrenador jienense de momento no se ha hecho con su nueva plantilla. Para ello resultarán capitales los fichajes de invierno. Además, no estará su delantero preferido, Luis Fernández, por sanción y Jonathan Moya no está ni, tal vez, se le espere. Ahora mismo, tiene más claro con quién no cuenta que los nombres de los que se sumarán al proyecto de aquí al 31 de enero. En la orilla sur debutará Lluís Carreras, presentado esta misma semana y que probablemente sabrá más de cómo juegan las escuadras de Anquela que de la labor que este realiza con el Huesca, aún en vías de desarrollo. Tevenet y Popovic se enfrentaron en un amistoso de pretemporada que no significa nada.
Huesca y Zaragoza se presentaron aquella noche de diciembre de 2008 con mejores hechuras que las actuales. Los oscenses, con el bloque de Segunda B y el añadido extraordinario de Helguera, José Vegar y Rubén Castro, transitaban sin apuros por la categoría de plata y pusieron a los blanquillos en un brete con los tantos del canario de penalti y del alicantino. La foto con el 0-2 en el marcador de La Romareda, publicada por el Diario del Alto Aragón, sigue vigente y es un icono de aquel lustro en Segunda. Después, Ewerthon firmó las tablas y apagó el incendio para un Zaragoza en estado latente y lejos del nivel que le correspondía por su potencial. La mejoría le brindó el ascenso previo paso por El Alcoraz y el 0-1 de Ander Herrera.
“La rivalidad entre fatos y cheposos se reflejará en los escudos”
En las gradas, 5.000 azulgranas detuvieron el tiempo y otros miles, quizá no tantos, lo volverán a hacer. Y es que en una cita con este calado emocional los aspectos más puros de este juego pasan por encima de lo que suceda sobre el césped. La rivalidad entre fatos y cheposos se reflejará en los escudos con la certeza de que este derbi significa más para los nuestros que para los zaragocistas. Consideran que se encuentran en esta categoría por error mientras que los oscenses flotan sobre las que históricamente les han correspondido. Irá el Huesca a La Romareda y esta se pondrá mucho más bonita que si lo hacen el Alcorcón o la Llagostera, pero allí flota la nostalgia por la Primera División que se quiere recuperar.
Hay más cariño que pura competitividad y toca descartar actitudes como la condescendencia de la capital hacia la segunda ciudad aragonesa, de los 800.000 frente a los 54.000. También, la inquina mutua por vaya usted a saber qué motivos, minoritaria cuando quiere herir y mayoritaría cuando se tiñe de cachondeo y buen rollo. El Zaragoza era hasta hace no mucho esa entidad que ganaba Copas y se presentaba por El Alcoraz en verano cuando bajaba de Boltaña o de Biescas en pos de unas buenas relaciones que se retorcieron en los últimos tiempos y se van recobrando. Habrá varios aragoneses, algunos exzaragocistas con los visitantes pero ningún oscense. Solo en los banquilos acompañarán a los respectivos místers Chera, Roberto Cabellud y los servicios médicos. La grada, fundamentalmente, querrá que el Huesca gane. Al día siguiente, recordatorios por whattsap y bromas en la oficina mediante, la Tierra recuperará su ritmo normal de traslación y Charlize nos habrá vuelto a hacer un guiño.
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