La SD Huesca está inmersa en una pesadilla que aparentemente no tiene solución a corto plazo. El equipo que casi logra la hazaña de mantenerse en Primera División en dos ocasiones, está viendo cómo se dirige cuesta abajo y sin frenos a la Primera RFEF. Una pésima planificación, sumada a la inmersión en una mala dinámica y la pérdida de confianza, han producido este descalabro. Los culpables de esta situación son varios, pero hay dos que destacan por encima del resto.
Una vez certificado el descenso de LaLiga Santander, uno piensa que la directiva comenzará rearmar el equipo con baluartes experimentados para una liga tan complicada como Segunda. Una mezcla entre los ‘peores’ jugadores de Primera y los mejores de Segunda suele ser lo más acertado. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, las cosas no han sido así en Camino Cocorón. De los diez fichajes realizados, tan solo cuatro habían competido en esta categoría y tres de ellos tan siquiera eran titulares. Mientras tanto, el aficionado apreciaba como los que iban a ser los rivales en un primer momento adquirían las piezas más cotizadas de la división.
La gestión de Rubén García y José Antonio Martín Otín «Petón» ha sido desastrosa pese a ser el cuarto mayor presupuesto de la categoría. La situación ha sido cuanto menos cómica: no se gasta dinero en jugadores para así poder pagar un estadio de mayor capacidad que, irónicamente, a este ritmo terminará vacío antes de navidad. Por otro lado, para compensar los pagos, se apuesta por una plantilla corta basada en jugadores que vienen de ligas menores por un precio más económico, y algún otro que probablemente cobre a precio de oro. Como era más que esperable, solamente Marc Mateu y Salvador han dado un nivel «aceptable», los dos únicos fichajes que tienen suficiente experiencia en Segunda.
Siguiendo la política de fichajes, la de los entrenadores no se ha desviado mucho. Nacho Ambriz y Xisco Muñoz, dos entrenadores con prácticamente nula experiencia, ya no solo en Segunda División, sino en el fútbol español. A su vez, un perfil de míster positivista y amigo de sus jugadores no era el indicado. Para reconducir la situación, se debería haber traído a un entrenador tajante, de los que no se muerde la lengua y tiene mano dura, como Mendilibar o Francisco. Es inconcebible que el entrenador escude la chapuza de juego mostrado en las ruedas de prensa en lugar de ser contundente con sus jugadores y criticar con la dureza que se requiere. Pese a todo, Muñoz acaba de llegar y hay que ver cómo evoluciona.
Por otro lado, llegamos a los jugadores, quienes, al fin y al cabo, son los que juegan. A muchos de ellos nos los han vendido como estrellas, cuando lo único que han hecho ha sido terminar estrellados. La ausencia de calidad y de actitud se hace presente día sí y día también, por no hablar de la frialdad que hay como ‘equipo’ y su nula conexión con la grada. Poco hay que esperar de una plantilla en la que hay ‘profesionales’ que no renovaron hasta pasada la pretemporada y ahora están fuera de forma. El único destello de luz cae sobre los de siempre: Jorge Pulido, David Ferreiro o Mikel Rico; quienes han dado la cara hablando con sinceridad ante la prensa y frente a los aficionados. Al menos ellos ejercen de capitanes. Uno de los pocos brotes verdes que se pueden atisbar.
Finalmente llegamos a la afición, a la cual no se le puede reprochar nada en absoluto. Tras renovar los abonos en un año en el que no se podía ir al estadio por la pandemia, lo han vuelto a hacer en un proyecto donde escaseaba la ilusión. Además, ha tenido que ver como el clasismo se hacía presente en El Alcoraz, viendo el trato en zonas VIP y el de las gradas. Así que, los mandamases deberían dejar de reclamar aplausos y empezar a hacer autocrítica. Por otro lado, los espectadores han aplaudido mucho si lo comparamos con la calidad de juego presenciada sobre el césped. De la misma manera, la afición estará en las buenas y en las malas porque la SD Huesca representa algo más que al propio club.
La realidad es que es una pena haber llegado hasta este extremo tan negro. De aquella SD Huesca ilusionante que competía contra cualquier equipo de Primera División y que tenía a su afición volcada, tan solo queda un triste borrón irreconocible. La solución a este problema parece incierta, pero probablemente lo más necesario sea cortar por lo sano. Algunas personas deben bajarse del barco para que aparezcan nuevas, con el fin de que el club comience una nueva etapa. La transición hacia un renovado proyecto con nuevas caras, tanto en la directiva, como en el césped, es urgente. A corto plazo, toca preparase por lo que pueda venir, tratar de llegar a navidad fuera del descenso y fichar jugadores para salvar la categoría.