La eliminación del Real Zaragoza en Copa del Rey ante el Diocesano es una de las mayores afrentas de esta década negra. Y exige también una profunda reflexión. Muestra las limitaciones de esta plantilla, los recursos en el juego y un bloqueo tan hondo que se extiende a cualquier categoría. Fran Escribá empezó su camino por el peor lugar del juego: por el de la derrota. Su mensaje al acabar el partido fue sincero: “Los jugadores están como tienen que estar. Dolidos y avergonzados”. Hay una verdad inusual en el técnico, capaz de decir en el primer día lo que muchos piensan desde hace tiempo.
Al Real Zaragoza le afectan muchos problemas en esta fase de la temporada. Los jugadores dudan de todo lo que hacen y tienen miedo a caer en el error. Por eso recurren a lo más básico: a un juego horizontal y sin riesgos. Hay, de fondo, un problema de fútbol. Es un equipo lleno de limitaciones, con miedos y defectos estructurales, que solo una revolución en el mercado puede resolver.
El ejemplo más llamativo es Makhtar Gueye, que parece pertenecer a otra disciplina que al fútbol. Seguramente no es un jugador tan incapaz como parece, pero nunca ha entendido el plan de su equipo ni ha aprovechado sus centímetros en el área. Hasta el punto de que a estas alturas de curso Gueye estorba mucho más de lo que aporta. El problema del senegalés no es solo suyo, pertenece al que se fijó en él por encima de otras opciones. Los goles de Sekou Gassama deberían dolerle al Zaragoza, que descartó su fichaje en los últimos mercados y que responde a un perfil similar al de Gueye, pero más contrastado en la categoría.
En el fondo, Gueye es el síntoma de un problema mucho más grande. De un equipo incapaz de leer sus propias virtudes, sin respuesta ante los golpes del rival, sin elementos para cambiar la inercia. Escribá también acertó en el diagnóstico, pero está por ver si encuentra la solución: “Recibir en las zonas frías puede hacerlo cualquiera. Necesitamos mucho más entre líneas”. Entre los errores de este grupo también se incluye una falta total de ambición y una actitud pobre en Cáceres. La eliminatoria copera ha demostrado que si el equipo planeado por Torrecilla y Sanllehí no atiende a los pequeños detalles, es capaz de perder ante cualquiera.
La derrota del Real Zaragoza no estaba en los pronósticos y tampoco tiene un perdón válido. Escribá eligió algo similar a un once titular y con él naufragó ante un equipo muy inferior, que se ubica además en los puestos más bajos de su tabla. El técnico empezó con el peor paso posible y debe superar una de las consecuencias más importantes que tiene el cambio: el efecto de la primera impresión.
Nada mejoró en Cáceres. En el estadio de Arroyo de la Luz se vio una depresión cada vez más profunda. En el torneo más especial de su palmarés, el Zaragoza le añadió a su historial una derrota vergonzosa. Y pocas provocan tanto dolor como esta.
El día…? Será otro día que añadir a una serie interminable de desvergüenzas que, por lo que se ve, parece no tener fin…
Miami está muy lejos como para que llegue el apestoso olor de este cadáver… algo a lo que se ha habituado una masa cómplice y adicta al insoportable hedor…