Cualquier análisis de la victoria del Real Zaragoza sobre el Oviedo pasa por la figura de Cristian Álvarez. Bueno, y de Víctor Fernández, el mejor entrenador aragonés de la historia, que en Segunda todavía marca más las diferencias desde el banquillo. Anquela, el otro míster, llegó a La Romareda como acostumbra, con diez hombres siempre por detrás del balón y profesando un respeto reverencial al Real Zaragoza. Así, las cosas no fueron sencillas, el autobús de dos pisos del Oviedo era el objetivo a superar, por lo que tocaba tirar de una buena dosis de paciencia. Una paciencia basada en el control del juego y en minimizar errores, las dos principales preocupaciones de Víctor desde su regreso a casa. Esta vez, el Real Zaragoza volvió a ser dominador, gestor del juego y profundo por momentos, pero, como apuntaba al principio, Cristian tuvo un papel protagonista en la victoria.
El ritual del argentino
En dos ocasiones salvó a su equipo del gol, en el primer tiempo al detener un remate de cabeza de Mossa y, tras el paso por los vestuarios, enviando a saque de esquina el penalti lanzado por Alanis. No es la primera pena máxima en la que Cristian se hace enorme. No, es la cuarta desde que defiende la Puerta del Carmen, Sporting, Córdoba, Osasuna y, ahora, Oviedo, ya están vacunados. El ritual del argentino es siempre el mismo, tras el primer impulso de protesta al colegiado, el portero se aleja del resto, `se va del partido´, se refugia en su mente y visualiza el lanzamiento. La base de datos de Mikel Insausti, preparador de porteros del Real Zaragoza, hace el resto.
El viernes, en La Romareda, Cristian apenas protestó el penalti porque la patada de Eguaras a Bárcenas existió, las cosas como son, así que tocaba ponerse el disfraz de héroe. Un disfraz que Cristian utiliza con tanta frecuencia que más de una vez ha tenido que meterlo en la lavadora. El desenlace es conocido por todos, el argentino sabía por Insausti que Alanis golpearía fuerte y seco a su izquierda y allá voló el portero del Real Zaragoza, con la mano dura, para evitar el gol ovetense. La Romareda gritó el paradón para calentar una garganta que explotó poco después con el primero de los goles de Álvaro. La lata estaba abierta.
Escorpión goleador
Después, ya casi sobre la bocina, llegaría la sentencia con el escorpión del goleador para hacer el segundo, una acción tan estética que se llevó todas las fotos del partido. Es entendible, pero quien más quien menos se acordó del papel de Cristian, aunque a esas horas el portero volvía a ser de carne y hueso para celebrar con Guitián, el otro destacado del partido, una victoria que pone distancia con la zona de descenso. Cuestión de números, desde la llegada de Víctor Fernández, el Real Zaragoza ha sumado 10 puntos sobre 15 posibles, unos registros que dejan el fantasma del descenso lejos, muy lejos.