Tras el grito de aquel niño, los presentes cayeron en la cuenta de que no pasaba nada por reconocer lo que todo el mundo estaba viendo pero nadie se atrevía a afirmar. Corría el rumor de que el emperador iba vestido con una tela tan delicada que sólo las mentes inteligentes eran capaces de ver, y que por supuesto los más tontos no podían percibir, por lo que dirían que el emperador estaba desnudo.
Eso debió pensar el colegiado Ais Reig hace un par de domingos en Vallecas. El también oyó el grito del niño diciéndole que el emperador iba desnudo. Pero no conforme con eso se acercó a verlo de cerca, dicen sus más allegados que afirma incluso haber podido apreciar la fina seda del que estaba hecho. Por eso, como alma que llevaba el diablo, corrió todo rápido que fue capaz y para negar su ineptitud e intentar demostrar la nuestra, desplegó su brazo derecho, lanzó su dedo índice al viento y gritó con todas sus fuerzas: El emperador está vestido. Penalti.
El relato que Hans Christian Andersen escribió hace casi 200 años para cuestionar la vanidad y valía de los gobernantes, así como su creencia de que el pueblo es demasiado ignorante para darse cuenta de la verdad que le rodea, se antoja casi concebido para explicar la actuación del árbitro valenciano.
Si hay una tarea complicada sobre el terreno de juego, para mí es la de arbitrar, sin duda. El error humano es entendible en muchas situaciones. La llegada del VAR, con la posibilidad de revisar algunas jugadas ofrece otra perspectiva para el arbitraje.
El árbitro vio mano, entiendo que despegada del cuerpo o intencionada, o ámbas.
Error importante para mí, aunque en otro momento incluso disculpable. Sin embargo, el grito del niño (del VAR en este caso) para mí lo hace imperdonable.
Se dice que los niños y los borrachos suelen decir la verdad. Pues bien, las imágenes en este caso también.
El árbitro oyó el grito del niño, pero no quiso rectificar. ¿Porque seguía considerando que era infracción? ¿Porque fue incapaz de reconocer su error? Solamente él lo sabrá.
En cualquiera de los dos casos, a mi juicio, la validez de dicho colegiado queda muy en entredicho. Si es el primero, es un error demasiado grave. Pero si es el segundo… su ego le desacredita.
Esperemos no volver a padecer arbitrajes de ese tipo en lo que queda de competición y que el destino de nuestro equipo sea fruto de lo que éste sea capaz de desarrollar en el terreno de juego.