El Épila derrotó a La Almunia a domicilio (0-3) y sigue liderando el grupo aragonés de la Tercera División con paso firme, sin derrotas en sus registros. La cadencia de dos empates, frente a Cuarte y Utrillas, no ha cambiado el camino del grupo que dirige Rubén Zapater. En su liderato no hay vértigos ni miedos. El equipo ha entendido que las prisas son ahora de otros y que cada partido es una oportunidad para consolidarse. Frente a la Almunia, Hamza mostró su don en el área y Gil probó que la defensa no es su única batalla. Los dos firmaron el triunfo de un líder que suma 26 de 30 puntos posibles.
La lluvia decoró el partido, jugado en un campo estupendo. La Almunia planteó la cita desde la batalla, en un ejercicio de resistencia. El Épila, habitualmente más cómodo en el intercambio de golpes, movió el partido con paciencia. Los dos empates consecutivos han hecho que el líder mejorara en el fútbol posicional. Rubén Zapater ha convencido a los suyos de ese detalle: para ser lobos, se necesita algo más que una piel de cordero. Y el líder lo aplicó en el Campo de Tenerías, con un fútbol plagado de recursos y lleno también de buenas intenciones.
Durante la primera mitad, La Almunia se defendió bien, capaz de tejer una tela de araña en su defensa. Se resguardó de la lluvia y el Épila generó las mejores ocasiones desde el perfil izquierdo. En ese punto del partido se encontraron dos diablos: Rafinha Baldrés y Jorge Ruiz. Baldrés encuentra los atajos a través de su talento y Ruiz le pone el alma a cada jugada. Los dos mostraron que el juego puede mejorar a través de la finta y el regate, que el fútbol de Tercera también puede ser una fiesta.
En el perfil opuesto, no hay barrera que detenga a Dani Losfablos, uno de esos jugadores que se construyen a la carrera. En los espacios interiores, Marco guardaba el balón y hacía progresar al equipo. Caro corría por él y por el resto. Y aparecía Jaime, quizá la gran sensación de las últimas jornadas. Es vertical y determinante: conduce, limpia las jugadas y pose una salida muy natural para sus dos perfiles. En la línea defensiva, Osanz tiene buen pie y puntualidad en los cortes. A su lado está el capitán del grupo. Y por donde pasa Gil, no pasan ni las moscas.
Mientras La Almunia sufría en cada centro de Rafinha, Hamza afilaba su remate. Al borde del descanso, tuvo su primera gran oportunidad. Esperó agazapado y su disparo lo rechazó Borja Moreno. Fue el primer aviso y el único que necesitó el delantero en su partido más pleno.
El Épila desequilibra la balanza
En la segunda mitad, el Épila aceleró y encontró pronto un premio a su insistencia. Salió Pablo Rupérez y le puso oficio al partido y una salida de balón más limpia. La modificación hizo que Osanz ganara la banda y desde allí planeó con su centro el primer gol del partido. Hamza remató en plancha, a tumba abierta, en el recurso más bonito del encuentro.
El gol allanó la victoria y el líder mostró seguridad y pegada para ampliar su ventaja. Antes, La Almunia había agitado el partido con sus cambios: Mohamed Abubakari progresó en su carril, Daniel Sarvise buscó el espacio interior y Diego Judez amenazó con su disparo. El Épila dudó entonces, especialmente al ver que Rafinha se retiraba lesionado, cosido por un agarrón y mil patadas. El relevo fue, eso sí, una garantía: salió Edu Vicente, que domina el quiebro y posee un primer paso imparable.
La mejor réplica de los locales llegó entonces, en un lanzamiento lejano, que se envenenó hasta estrellarse en el palo que defiende Aarón Abad. No hubo muchas más amenazas para el portero: felino en sus reflejos, plástico en todas sus estiradas. En un día que el equipo no necesitó grandes milagros de sus manos, Aarón Abad mostró que también tiene juego en los pies.
El segundo gol fue de José Carlos Gil, el capitán general de este grupo. Es un defensor de la vieja escuela: duro, férreo y sin fisuras. Sus recursos parecen rudimentarios, pero son tremendamente eficaces, válidos para cualquier fútbol. Vuela por alto y defiende hasta su sombra. Frente a La Almunia, además, marcó el gol de la sentencia. Como el capitán ya le había puesto el cerrojo a su área decidió que podía tomarse más licencias en la contraria. Gil forzó el penalti y Hamza lo resolvió con sangre fría. El delantero mostró sus virtudes: tiene movilidad, pelea, calidad e instinto asesino en el área. El resumen se escribe solo: Hamza perdonó una vez y mató las dos siguientes.
Así consiguió el triunfo el Épila, que mostró ante un recién ascendido su madera de líder. Compite siempre sin reservas, con espíritu obrero en todas sus líneas y con magia y colmillo en su delantera. Frente a La Almunia amplió, feliz, su racha. En el campo de Tenerías, le venció también a la lluvia.