ZARAGOZA | El CF Épila venció al Almudévar (1-2) en un partido vibrante, tenso y lleno de emoción. Ganó en un detalle y resolvió así un duelo áspero, que fue mil batallas en una sola. El equipo de Rubén Zapater jugó contra el viento, trabajó el partido y supo sufrir cuando había que hacerlo. Creyó en el talento de Rafinha Baldrés para vencer y en el tramo final guardó una ventaja que ya es un tesoro.
Baldrés adelantó al Épila en el primer acercamiento de los visitantes, en un penalti que forzó Berdún con su regate. Resolvió Rafinha, con 5 pasos cortos y una caricia, tranquilo en el tiempo de las prisas (0-1). El gol acercó el playoff a los de Valdejalón, pero no cambió el panorama del encuentro.
El monólogo del Almudévar prosiguió en la primera mitad, hasta cercar la portería de Aarón Abad. Los locales ganaron duelos, rechaces y segundas jugadas. Conquistaron terreno en un partido que se tiñó hasta el descanso de amarillo. En ese punto del encuentro, Emilio Velasco convirtió en gol un barullo (1-1).
Fue el mejor tramo del Almudévar, que se chocó contra todo un edificio, un portero largo y con reflejos, autor de algunos milagros. En la acción más clara de los locales, Aarón Abad se hizo grande y fue un frontón para el remate.
Segunda parte
El Almudévar le perdonó la vida al Épila, que se rehizo tras el descanso. Ocupó mejor los espacios, amenazó más y supo gobernar el juego en campo rival. La entrada de Monteiro le dio recursos al grupo y un socio ideal para Rafinha. Y mediada la segunda mitad, Hamza Bouayadi protagonizó la mejor de sus aventuras.
Todo partió a un mundo del gol, en una secuencia de disputas. Las ganó todas Hamza y cada regate le llevó de un modo inevitable al siguiente. Su último esfuerzo llegó desde el suelo y, en la banda, le esperó Rafinha. Cuando el 7 tomó el balón, aclaró el panorama y puso un centro lleno de veneno. El balón llegó al punto en el que los porteros tiemblan y los defensas dudan. Y dudó tanto la zaga del Almudévar, que Macalou introdujo el balón en su puerta (1-2).
Con la ventaja en su mochila, el equipo de Zapater supo jugar con el tiempo. Convirtió el partido en un reloj de arena y cada gresca que llegó entonces, cayó de su lado. Emergió su carril central y una zaga en la que Gil, Rupérez y Gómez mezclan de una forma perfecta. Gil es el sheriff, un guerrero de otro tiempo. Por dónde él pasa, no crece ni la hierba. A su lado, Rupérez acorta los esfuerzos y llena el partido de pura inteligencia. Caro corrió lo que no está escrito y las entradas de Losfablos y Ariño le dieron aire al grupo, armas para guardar la victoria.
El Épila mostró su versión más generosa, el compromiso de un bloque cerrado a cal y canto. Si hubo grietas en el sistema, allí estaban Aarón Abad y sus manoplas. Ante esa pared se estrelló el Almudévar, que espera ya un error para entrar en un playoff que el Épila tiene en su mano. Mientras tanto, el Ejea está a un paso del campeonato y Ebro y Cuarte se pelean por seguirle.
El Épila compró ayer su billete, en un partido jugado a sol y sombra, con viento y tensión en el ambiente. Ganó porque tuvo de su lado al mejor sobre el césped: Rafinha Baldrés. Y venció porque, sin ser siempre mejor, fue un equipo con todas las letras.
El equipo de Rubén Zapater sigue creyendo en un relato que empezó en el curso pasado. Esta temporada ha decidido leer el libro al revés, empezar por el final lo que antes escribió al principio.