El CF Épila le venció al Barbastro por la mínima, mantiene su pleno de victorias y suma ya siete triunfos en el curso. Pocos han sido tan difíciles como el que llegó ayer en La Huerta, resuelto con una falta directa de Rafinha Baldrés. El resultado le sitúa con 5 puntos sobre el segundo: el Almudévar asciende a ese lugar tras el empate del Cuarte.
El tanto que lo decidió todo llegó mediada la segunda mitad, en uno de esos encuentros que están solo para un detalle. El balón había sido golpeado siempre de un modo brusco hasta entonces. Y Baldrés, diferente en casi todo lo que hace en el campo, eligió una receta distinta para su lanzamiento. Lo mimó primero y lo acarició desde la frontal después. El balón dibujó una bonita parábola para salvar la barrera. Cuando bajó hacia la red lo hacía con una música propia, con la sintonía que solo llevan los goles.
Así ganó el Épila a un Barbastro lleno de intención, que se estrelló ante la empalizada que ha construido Rubén Zapater. Su equipo se ha acostumbrado a vencer, y lo hace vestido de etiqueta o en partidos trabajados como el de ayer.
El Barbastro jugó sin complejos en el campo del líder. Bombardeó desde las esquinas y llenó el partido de centros. Ahí, en su área, el Épila se sostuvo a través de dos de sus piezas esenciales. Gil se elevó por encima de todos y reinó en el aire. En el camino, hizo temblar al rival y también el suelo. Aarón Abad mostró todos sus reflejos en media docena de paradas, en disparos que llegaron siempre a bocajarro. Los triunfos del Épila no se entienden sin su portero, elástico en sus intervenciones, firme cuando más se le necesita. Nadie ha exigido tanto al líder como el Barbastro. Y Aarón Abad fue un gato y también el dedo en el dique.
Las ocasiones más claras llegaron desde el bando visitante, en un partido áspero, rudo y sin mucho encanto. Para el cuadro local, el fútbol fue frontón hasta que Hamza y Rafinha se encontraron. Los dos hablan el mismo lenguaje, se buscan y se entienden a través de una pared perpetua. Hamza parece enviado a una batalla en solitario: gana duelos en inferioridad, busca su lugar entre las líneas y siempre tiene el gol en la cabeza. Rafinha Baldrés es magia y samba: en su regate hay desafío y un baile constante.
Rubén Zapater supo que era un partido de un solo tanto. Y quiso que su equipo guardara la ventaja en su área. Hubo emoción hasta el final y el Barbastro nunca dejó de intentarlo, proyectado por Sidibe, Adil y Olivan, anulado por Aarón Abad y el esfuerzo colectivo. El Épila tiene pólvora en su delantera, kilómetros en su media y mucho bagaje en su defensa. En el duelo ante el Barbastro destacaron también el oficio de Pablo Rupérez (siempre oportuno en el corte), el galope de Dani Serrobles, la valentía y la voluntad de Jorge Ruiz, el recorrido de Manau, la intención de Caro o los recursos de Edu Vicente.
Con la ventaja en su mochila, el Épila mostró que en su grupo también hay unidad y capacidad de sufrimiento. Solo con esa fórmula se puede vencer en Tercera División y que parezca una costumbre.
En un duelo hecho de puro cemento, Rafinha Baldrés escogió, suave, su golpeo más sutil. Salas, el portero del Barbastro, se quedó inmóvil, bloqueado ante el lanzamiento. En su estatua hubo una coartada: nada podía hacer ante un gol de otro partido.