Álex Blanco y James Igbekeme fueron las dos noticias durante la hora previa al Real Zaragoza – Numancia. La inesperada titularidad del primero y la suplencia del segundo, que tampoco fue de la partida contra el Mallorca, supusieron un cambio trascendental en el sistema táctico.
Blanco venía de realizar un gran encuentro en Copa del Rey el pasado martes. Se estrenó como goleador tras una asistencia de Kagawa y desde el sector diestro ofreció desequilibrio. Víctor, valiente por naturaleza, optó por redoblar la apuesta el pasado sábado e incluirlo a su nómina de atacantes. Soro, Puado, Suárez y Alex Blanco se ubicaron por delante del doble pivote conformando por momentos un sistema más parecido al 4-2-4 que al 4-4-2.
Arranque vertical
El invento salió bien en sus primeras probaturas. El Real Zaragoza salió como una apisonadora en una fría y húmeda noche que invitaba a bajarse al barro. Intenso, fresco y decidido el equipo aragonés tuvo un buen puñado de llegadas en sus primeros diez minutos. No obstante, el partido cogió temperatura ambiente y cuando se empezó a jugar con la cabeza en lugar del corazón, el Numancia fue superior.
Durante gran parte del primer tiempo el equipo soriano tuvo más claro que hacer en la Romareda. La alineación del Real Zaragoza invitó a un partido de ida y vuelta, alocado, en el que en numerosas ocasiones defendían seis y atacaban cuatro. Un equipo partido, lo que aprovechó el Numancia de Escassi e Higinio (muy superior a Guitian) para atacar mejor y forzar a Cristian Álvarez a realizar una intervención majestuosa.
James equilibró al equipo
Victor Fernández apreció la situación y gastó su primer cambio en reordenar al equipo. James Igbekeme entró al terreno de juego en lugar de Álex Blanco. A pesar de que podía esperarse un cambio de hombre por hombre, que seguramente también habría mejorado la disposición del equipo, el sistema táctico también mutó. Del 4-4-2 al 4-3-3 con el nigeriano actuando desde la izquierda a la altura de Raúl Guti.
El equipo con James adquirió mucho más equilibrio. Y fue superior durante todo el segundo tiempo. A veces más es menos. Con menos atacantes el Real Zaragoza atacó mejor, y sobre todo jugó más junto. Unir al equipo con y sin balón fue clave para que los maños tomaran el camino hacia tres puntos vitales que confirman una racha envidiable. El interior exento del protagonismo de los focos, que acudieron lógicamente a la llamada de Cristian, Puado y Suárez, resultó vital.
La entrada de Ros también ayudó
También lo fue la entrada de Javi Ros por un incómodo Iñigo Eguaras. Cuando el campo dejó de tener las condiciones idóneas para practicar fútbol de posesión, tener en el campo al número 16 no tenía demasiada importancia. En un partido físico, de esfuerzos y que requería ser prácticos, el capitán Ros es un seguro de vida. Reforzó aún más el orgullo del equipo en el centro del campo e impidió que el Numancia gozara de las comodidades del primer tiempo.
Fernández estuvo sobresaliente en su dirección técnica. Decidido en los cambios y en la variación del sistema. Como lo fueron los jugadores que entraron con hambre desde el banquillo. Es fundamental esto último para explicar el éxito colectivo del que goza últimamente el Real Zaragoza. Que jugadores como estos sepan su papel y sean útiles en su rol. James recuperó el equilibrio colectivo. Es de esa clase de jugadores de los que se nota más su ausencia que su presencia. Y por ello Víctor, como ha demostrado tantas veces, tiene un rol muy importante reservado para Igbekeme.