Bonito e inédito derbi en El Alcoraz, entre un equipo de pueblo que recibía por primera vez bajo esta denominación al llamado equipo del pueblo, ese que hace algunos años no podía competir con los dos grandes de la Liga pero que terminó por mojarles la oreja un par de veces en Liga y Copa. Siempre habrá excepciones, pero el Atlético suele caer simpático a casi todos, y al convertirse en alternativa al bicefalismo Barcelona/Real Madrid, era un poco el equipo de todos a quienes nos aburría este repetitivo reinado.
Llegó el equipo del pueblo a Huesca con un moderado optimismo porque el debut ante el Granada fue prometedor, y porque la llegada de Suárez aumenta más todavía el ya inmenso potencial colchonero, amén de aportarle y alimentarle más, ese aura mística que rodea a los atléticos.
Por todo eso, el duelo se antojaba complicado, quizá en otra situación, en un mes más cargado de partidos para los rojiblancos el Huesca podría pensar que la empresa podría ser más sencilla, pero el calendario caprichoso quiso que el Atlético llegara a Huesca muy arriba por las circunstancias nombradas anteriormente. Así que el equipo de pueblo tenía una papeleta complicada. Me encanta el apelativo de equipo de pueblo, pues más allá de la polémica y el polemizador, que no merece ni publicidad ni protagonismo, a mí me suena a calificativo cariñoso, y a mucha honra porque yo como tantos otros lectores, somos de pueblo y a mucho orgullo. Al lío que me pierdo.
Que el equipo de pueblo lo tenía complicado, les decía, y por eso Michel cambió el plan de siempre, prescindió de uno de sus mejores jugadores para poblar de músculo y trabajo el centro del campo, sabiendo que la batalla se ganaba ahí, y volvió a acertar. Ayudó la discreta presentación visitante, aunque pareció querer dominar los primeros minutos de partido, pero se vio seco y bloqueado de ideas ante un Huesca que le discutió el balón y que pisó más área que los “Cholo ‘boys'”.
Me pareció sublime el trío que formaron Mosquera, Seoane y Rico. Solidarios, mordiendo en la presión al rival, filtrando balones y soltándola rápido. Por detrás, la pareja de centrales estuvo imperial y Borja García empezó a atisbar que pinta para fijo en el esquema de Michel. Apretó más el Atlético en la reanudación. Era lógico. Y el Huesca fue empujado hacia atrás ligeramente, aunque algunos foranos percibieron en eso que el Huesca se encerró.
En mi opinión achicó bien los espacios, no dejó pensar a las estrellas atléticas y algunas tuvieron que marcharse casi inéditas: Llorente, solo con dos buenos pases y un tiro lejano, y el uruguayo Suárez, que se quedó con las ganas de gritar por tercera vez cuando san Andrés Fernández le negó el gol, se fueron casi sin pena ni gloria. Sólo el desparpajo de Félix parecía que en cualquier momento podría doblegar al Huesca, que volvió a ser sujetado por Andrés en una gran parada justo al final.
Se agigantó la pareja de centrales, Galán cumplió cuando tuvo que cambiar de banda, y los relevos estuvieron acertados. Una pena que algunos sigan siendo tan intrascendentes en el juego a pesar de su calidad. Lo cierto es que el empate fue justo, y que ambos merecieron el premio del gol.
El Huesca sigue confirmando sus buenas sensaciones, a las que sólo les falta la guinda de una victoria que confirme clasificatoriamente que el Huesca está llamado a sumar bastante más que en su primera visita a Primera, y que se va a quedar este año en la categoría. Mientras llegan esos tres puntos de golpe, disfrutemos orgullosos del acierto de Michel, de la entrega y el compromiso de este modesto pero coqueto equipo de pueblo.