ZARAGOZA| Al Real Zaragoza se le escaparon los tres puntos en Gijón. El equipo hizo el trabajo necesario para salir victorioso del partido, pero el grosero error de Poussin dejó en balde todo lo que propuso el equipo. Sin embargo, pensando en frío, las sensaciones del partido salvando aquel fallo son mejores de las esperadas.
Tras las últimas jornadas, pocos eran los optimistas que esperaban salir del Molinón con los tres puntos. Un estadio que solo había visto victorias de sus locales hasta este último empate. Pero Escribá decidió cambiar su repetido esquema para sorprender a sus rivales, y lo logró. La afición llevaba jornadas pidiendo el cambio. El 4-4-2 característico del míster no estaba obteniendo los resultados deseados. No solo por puntos, sino también por juego. Aún en las victorias, el juego del Real Zaragoza era muy pobre y plano. Además, se le estaba sacando poco rendimiento a jugadores que sabemos que pueden dar más. Como es el ejemplo de Maikel Mesa, que al no poder jugar detrás del 9, como más le gusta, se veía obligado a jugar escorado a banda, donde no podía dar rienda a sus mejores cualidades.
Quizás obligado por la presión de la afición, o quizás realmente por deseo suyo, en Gijón decidió cambiar su esquema tipo por el 433. Dejando a Maikel Mesa que se moviera libre por el centro y protegiéndolo con dos pivotes como Marc Aguado y Jaume Grau. También decidió utilizar a Iván Azón como único punta, dejándole claro al canterano que es el delantero con el que más cuenta. Pues Bakis lleva apenas 60 minutos en los últimos cuatro partidos, Sergi Enrich no ha vuelto a partir de titular tras la roja frente al Alcorcón y Víctor Mollejo es un arma que funciona mejor en las segundas partes.
Maikel Mesa tuvo su contexto preferido en el partido. Por dentro, tenía el ángulo y los espacios necesarios para buscar puerta desde lejos. Lo intentó por partida doble. El primero, se alejó de la portería por unos metros pero ya perfilaba sus intenciones de cara a puerta. En el segundo no erró. Primero, el canario se zafó de Gaspar Campos con clase. Una pisadita hacia atrás para que se pasara de frenada. Luego, el remate. Fue similar al anterior, solo que unos metros más a la derecha que lograron que no se desviara tanto.
La defensa también tuvo un difícil papel que resolvió con solvencia. Los laterales tenían la tarea de frenar a dos balas. Hassan estuvo insistente por la banda de Lecoeuche y en la mayoría de casos pudo pararlo. Por el otro costado, Gaspar Campos estuvo más errático. En la punta Otero y Djuka completaban un ataque muy angustiante. Pero el Real Zaragoza logró llevar el rumbo del partido y que los rivales atacaran lo menos posible. Se consiguió durante gran parte del encuentro. Escribá consiguió que el Sporting no generara peligro hasta el minuto 70, más allá de alguna ocasión aislada.
Sin embargo, a partir de un larguero que salvó al Real Zaragoza, los locales se vinieron arriba, aunque el equipo pudo pararlo. Poussin estuvo muy acertado en el avasallamiento del rival, atajando todos los balones aéreos y los centros laterales y perdiendo el tiempo necesario para poder respirar hasta el siguiente ataque. Pero fue el propio afán de perder tiempo el que hizo perder los tres puntos.
Pese al amargo final, el nuevo esquema que propuso Escribá dio vida a un Real Zaragoza que estaba muerto de ideas. Se trabajó a la perfección un partido difícil y es importante sacar a relucir las cosas positivas que dejó el planteamiento.