Minuto 45. Un Huesca en desventaja pero contra 10 debía reponerse al marcador adverso para dar otro pequeño gran paso en su sueño real. Rubi le dio a Gallar y apareció Alexander como principal interventor en 5 minutos mágicos que en ningún caso pueden verse contaminados por el argumento de haber jugado contra un rival al que le faltaba un efectivo.
Porque el Tenerife no tenía que abrirse, ni partirse; no tenía que desordenarse ni otorgarle al Huesca espacios, ni un mínimo resquicio. Ganaba. El 4-4-1 que plantó Etxeberria tras la expulsión de Carlos Ruiz es la disposición que utiliza cualquier técnico en inferioridad. Dos líneas de 4 hombres muy juntas y un único futbolista adelantado para intentar dificultar lo máximo posible la gestación del juego, en este caso, azulgrana, y aprovechar alguna salida en largo de su conjunto.
Así, el importante golpe chicharrero residía más en la moral que en el apartado numérico. Y el Huesca lo desarboló no solo como sabe, sino como mejor hace. Un centro del campo dotado de un enorme dinamismo, con dos mediapuntas en los interiores y un goleador como ancla, el equipo oscense se repuso al desfavorable contexto; Pulido y Jair claudicaron ante un imponente Casadesús que apenas necesitó tirar de grandes recursos para poner al equipo oscense en la cuerda floja.
Logrando contener al Tenerife y al partido, el Huesca necesitaba de paciencia pero surtida a su vez de chispa para superarlo. Y la participación interior de Alexander fue la causante principal de que el conjunto altoaragonés se repusiera y volviera a creer. Entre las paredes y constantes asociaciones entre Melero, Gallar, Moi y Vadillo, volcado el juego a la izquierda y desplazado el cuadro local al mismo sector, el venezolano, que al compartir costado con Ferreiro ocupa posiciones algo más centradas y retrasadas, trazó la diagonal perfecta para buscar recibir sin oposición y decidir si el Huesca sería capaz de conseguir la machada o si se le iba a atragantar el duelo como últimamente.
Alexander, lógicamente, quiso lo primero y las continuas sociedades exquisitamente técnicas y veloces, siempre partiendo desde el esférico, el mayor aliado de los de Rubi, hicieron el resto. El Huesca, gracias a la enorme participación de Melero, que además fue su máximo recuperador (9), movió y movió para desordenar lo máximo posible al Tenerife. Una medular poblada con Vadillo por dentro y Brezancic ampliado y profundo le aseguró a los azulgranas un gran desequilibrio prácticamente siempre generado por y para la izquierda, desde donde remontó.
Con Luso sobre el verde, flanqueado por el propio Melero y el habilidoso Moi, Gallar actuó en la banda derecha y Ferreiro pasó a la contraria. Si bien el gallego aporta su máximo despliegue y rendimiento en la derecha, en la izquierda resulta más decisivo, parcela por la que el Huesca selló una remontada fraguada en su aptitud técnica para confiar más que nunca en su estilo y en sus enormes posibilidades.