La SD Huesca mostró sus dos caras durante el encuentro contra el Real Oviedo. El partido tuvo dos sub-partidos, uno en la primera parte y otro en la segunda. En el primero, el club oscense reveló su identidad más endeble. Sin embargo, en la segunda, despertaron con una versión más contundente y trataron de responder a tiempo. Como resultado, el Huesca salió del Carlos Tartiere con un partido que sabe a oro y sensaciones encontradas.
La debilidad defensiva es un problema que arrastra la SD Huesca desde el inicio de temporada, y se hizo presencia durante la primera parte. La falta de refuerzos en esa zona durante el mercado de invierno propició que esta se mantuviera prácticamente igual. De esta manera, Xisco Muñoz tuvo que contar con los mimbres de siempre, dado que era la única solución. Es por ello que se apostase de nuevo por colocar a jugadores fuera de posición.
Ante esta situación, el Oviedo replicó la estrategia del Éibar atacando por la banda más sensible del Huesca. Como resultado, el equipo oscense volvió a recibir dos tantos calcados a los que recibió en Ipurúa, y posteriormente un tercero gracias al extraordinario disparo de Isaac. Para más inri, esta situación hizo de efecto dominó y provocó, además de sensaciones negativas, que no se conectase de forma efectiva con los delanteros, cuyo único recurso era que Darío Poveda se construyese por sí mismo una jugada individual.
Sin embargo, la psicología en el fútbol tiene una influencia directa. Unos minutos antes de finalizar la primera parte, el ex delantero del Getafe abrió la lata del Huesca, colocando el 3-1 con 54 minutos por delante. Poco después, el equipo altoaragonés se retiró al vestuario para que después de los 15 minutos protocolarios apareciese un equipo distinto. La charla en el vestuario puedo ser el elemento que provocase el cambio de dinámica, haciendo que apareciese una nueva versión del Huesca más efectiva.
Si la primera parte fue una utopía para el Oviedo, la segunda lo fue para el Huesca. La superioridad futbolística de los oscenses fue cada vez a más, y los jugadores clave aparecieron en acción. Uno de ellos fue Jaime Seoane quien surgió para poner el segundo en el marcador y dar todavía más esperanzas a los azulgranas. Tanto fue así que, en el 73, jugadores como Poveda e Ignasi Miquel, quien llegó incluso a recrear el orgullo del ausente capitán, tiraron de pundonor para poner las tablas en el marcador de un partido loco.
De esta manera, volvió a aparecer ese Huesca al estilo de ‘El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde’, demostrando dos personalidades en un mismo cuerpo. Esta versión ya se pudo apreciar en otros partidos como el del Éibar, cuando tras aguantar todo el partido en casa del líder, terminaron sucumbiendo. De la misma manera que la peor versión apareció durante el inicio del partido contra el Mirandés y la mejor en la segunda parte. Es decir, ha sido una constante durante las últimas jornadas.
Consecuentemente, Xisco Muñoz debe encontrar la forma de encerrar a la parte oscura y tirar la llave muy lejos para que pueda brilla la parte buena. Quedan 15 jornadas de campeonato y la SD Huesca está cada vez más lastrado por esta situación. Si el equipo pretende aspirar a la zona media-alta de la categoría, debe empezar a controlar estos altibajos que tantos puntos han costado esta temporada.