Sin extremos puros saltó el Huesca al Ramón de Carranza. La sorpresa en el once era que no estaban ni Gallar ni Ferreiro, habituales, y que uno u otro, o quizás ambos, dejaban a un Huesca más ‘centrocampístico’ que nunca. No hubo que sacrificar a un interior para que entrase otro, como se había producido hasta entonces. Aguilera, Melero, Sastre y Moi Gómez, juntos. Pero no solo sobre el papel, sino también sobre el verde. Literalmente.
Mientras defendió como prácticamente siempre (4-1-4-1), en la faceta ofensiva el conjunto oscense no produjo ni cómo ni por dónde acostumbra. No existió la verticalidad ni el desequilibrio en banda, rasgos también característicos. Quiso dedicarse a tenerlo todo bajo control de la mejor forma y durante el mayor tiempo posible. Y acechar desde la máxima pausa. Con calma. Ya agitaría el mar en la fase final.
El esquema de los de Rubi, con balón, se asemejó a un 4-4-2 en rombo, pero falso, asimétrico; que no lo era de base pero que se daba lugar con los movimientos de sus mediocampistas. Con ‘Chimy’ y ‘Cucho’ alternándose la referencia y el costado derecho, hacia donde el Huesca dirigió sus ofensivas, Moi centraba su posición, Sastre lo contrarrestaba en la parcela contraria y Melero daba un pequeño paso al frente. Así enjauló el Huesca, mediante el esférico, a su rival, que no dejaba de perseguirlo.
Sin embargo, al contrario que en otras ocasiones, los azulgranas escasearon de precisión, esa con la que logran someter y echar atrás a sus rivales. Le costó enlazar posesiones largas, sin terminar de acertar. Su fútbol-control no llegó a completarse y un Cádiz incapaz de generar nada siempre estuvo vivo. El cuadro altoaragonés tuvo el duelo controlado en todo momento, pero no fue capaz de dominarlo cómo y dónde quiso ni por el tiempo necesario como para terminar saliendo vencedor.
Y en esas, Rubi volvió a acertar. Por enésima y fantástica vez. El segundo acto se iba a cerrar tras un constante de transiciones que ningún conjunto acertaba y con Vadillo primero y Gallar después el Huesca amenazó a los amarillos en un último cuarto de hora donde mutó a un ofensivo 4-3-3 y gozó de mayor altura y amenaza gracias a sus dos extremos, tan asociativos como veloces. Ganó chispa y ese cambio de ritmo necesario en el momento idóneo tras haber esperado con mucha cabeza. Solo el poste detuvo otro gran planteamiento. Para seguir creciendo.