ZARAGOZA | La reconstrucción del Real Zaragoza no espera a nadie y deja el primer despido sobre el camino. Raúl Sanllehí deja de ser el director general del club, en el día después del adiós del Gol Sur. Su mandato registra más fallos que aciertos, un baile lleno de bandazos y de sombras, dos años de promesas incumplidas.
Sanllehí fue el embajador de la nueva propiedad, el regente de un proyecto internacional. Acudió a Zaragoza, comunicó bien, fabricó castillos en el aire y dejó su mejor huella en la construcción de un nuevo estadio. Todos los registros deportivos se explicaron desde la decepción y del más absoluto de los fracasos. Fabricó escudos, pero perdió todos los apoyos. El final admite también algunos símbolos: en el último día del Gol Sur, cuando se proyecta ya La Nueva Romareda, la propiedad dejó de necesitarle.
El club firmó su cese en un comunicado. En la despedida hubo gratitud y un reconocimiento algo exagerado: “El Real Zaragoza ha vivido una etapa de gran transformación bajo la dirección de Raúl Sanllehí. Su liderazgo y visión estratégica han sido fundamentales para el crecimiento y modernización de nuestro club”.
Igualmente, la réplica de Sanllehí se escribió en el mismo comunicado: “Ha sido un honor y un privilegio formar parte de este gran club. Me voy con la satisfacción de haber contribuido al desarrollo y fortalecimiento del Real Zaragoza. Quiero agradecer a todos los empleados, jugadores, aficionados y directivos su apoyo y colaboración durante mi tiempo aquí. Me llevo grandes recuerdos y dejo un equipo comprometido con un futuro brillante. ¡Aúpa Zaragoza!”
El verano empieza con un golpe en la mesa, con un bandazo inesperado. Cae la torre más alta del organigrama, la pieza más estratégica de Jorge Más, sus socios y su consejo. Nunca se supo quién era el rey de este Zaragoza. Pero ya se sabe quién ha dejado de ocupar ese trono.