El equipo está atascado. No es un problema reciente, viene de lejos. Los primeros síntomas se empezaron a manifestar al inicio del mes de diciembre. Tan solo la victoria ante el Zaragoza, en un buen partido del Huesca, parecía hacer remitir los síntomas de que el equipo estaba empezando a tener dificultades para dominar el juego, generar peligro y mantener la portería a cero. Durante el mes de enero y febrero los síntomas se han agravado. Victorias ajustadas con pobre imagen en casa y sangría de puntos a domicilio. No somos el equipo que parecíamos ser en los primeros meses de competición. No somos el equipo dominador, protagonista y con identidad que Míchel nos prometía en julio. Nos hemos diluido como un azucarillo.
El juego del equipo es plano en ataque. Los rivales han encontrado la manera de ahogarnos en la salida de balón. Defensa individual a Mosquera y presión alta a los centrales. Esa situación nos genera muchos problemas y nos hace incapaces de llegar al área rival. No generamos ocasiones claras. No solo han encontrado la manera de incapacitar nuestro juego ofensivo, sino que además no queremos probar otras alternativas. Empecinados en sacar el balón jugado, nos chocamos con el mismo muro una y otra vez. Ni un balón directo, para buscar una segunda jugada, ni un balón diagonal a la espalda de los laterales. Juego raso en corto y pérdidas de balón cerca de nuestra portería. A todos nos gusta que nuestro equipo domine el balón y baile al rival, pero si no funciona ese plan, habrá que buscar otras propuestas.
Además, en defensa hemos dejado de ser el equipo menos goleado. Ya no somos el equipo al que era tan complicado hacerle gol. Incluso en algunos partidos se ha notado falta de intensidad en los duelos directos. Quizá el bajón defensivo venga condicionado por la cantidad de balones que se pierden en la zona de creación. Siempre se dice que los equipos se construyen desde la defensa, en nuestro caso creo que, mejorando la parte ofensiva, creceremos en lo defensivo.
Cierto es que el equipo ofrece garantías en casa, aunque es innegable que ha habido un bajón de juego también en el Alcoraz. Las ligas se juegan en casa y a domicilio y así no nos llega para cumplir el objetivo del ascenso. Si no hacemos un cambio nosotros, la situación no cambiará por sí sola. Míchel insiste en su idea de juego y parece que no se va a bajar del burro. Si el entrenador no cambia de planes, habrá que mirar un poco más arriba para ver qué soluciones nos dan. Estamos a punto de entrar en los meses claves de la competición y el proyecto está cuestionado. La tranquilidad dejará pronto de ser un argumento válido. Ahora es el momento de tomar decisiones.