Sin olvidar que el Rayo Vallecano se plantó en Huesca para cuajar un partido muy serio y ordenado, cuando Jémez se jugaba la cabeza, los pupilos de Míchel no estuvieron a la altura que se esperaba. Con unos azulgranas descolocados sobre el césped como pocas veces antes se había visto, los vallecanos aprovecharon los fallos propios de su rival en lo que fue una tarde de más demérito local que mérito visitante.
La banda izquierda fue un mar de dudas durante gran parte de los minutos. Luisinho sustituía a Galán y fue una de las sorpresas de la tarde. El Huesca sin profundidad no es el Huesca y lo achacó en muchas de sus acciones de ataque por banda. Las llegadas a línea de fondo de los laterales dan vida al equipo y Galán tuvo que ver resignado desde el banquillo cómo su equipo no era efectivo ni determinante en esa faceta.
El Rayo también ganó en las estadísticas
Es justo reconocer que los azulgranas no disputaron malos tramos de juego, sobre todo en el primer acto. Pero las sensaciones –y a mí que me perdonen- no fueron las pasadas. 145 pérdidas oscenses por las 128 del Rayo. También fueron superiores los de Jémez en los balones recuperados; 75 por 65 de un Huesca apático sin grandes recursos. Los duelos tampoco engañan en la visión global del juego, porque el rival fue más contundente y poderoso -especialmente en área propia cuando los de Míchel ya colgaban balones a la desesperada-: 82 duelos ganados, es decir, 16 más que el Huesca.
No sé cómo tomarme la derrota; si como un mero tropiezo ante un rival que se jugaba las castañas o como un equipo que no es fiable por sus propios errores y saca en un partido cara y en el siguiente cruz. Siete derrotas suma el Huesca en lo que va de temporada y hay quien se acuerda de alguien que yo me sé. Pero las comparaciones son odiosas y el tiempo dirá, allá por junio, quien supera a quien.