El mes de septiembre se pone en marcha y la SD Huesca ya ha ofrecido alguna que otra duda en el arranque de competición. Tanto en Las Palmas como frente a Dépor y Almería, el centro del campo del conjunto de Míchel Sánchez no ha sido suficientemente sólido: ha cedido demasiado terreno por dentro y muy pocas veces estaba ordenado tras pérdida y preparado para correr para controlar un posible contragolpe rival. Tarde o temprano iba a pasarle factura. Y el Almería lo supo aprovechar.
Con el esquema 4-3-3 más que definido por expreso deseo, a Míchel le queda por averiguar -aunque todavía es muy pronto- con qué tipo de jugadores puede potenciarlo al máximo, con los que menos sufra y mediante los cuales más dañe al rival. Algo que, por lo pronto, su centro del campo no está asegurando.
Tras la primera derrota del curso, dijo el técnico madrileño que, en la primera parte, su equipo había sido “poco agresivo” en los duelos, que le había faltado “contundencia” y “agresividad” para competir. No obstante -tópicos inconcretos al margen-, mencionó las transiciones ofensivas locales, algo que los azulgranas no pudieron contrarrestar y sobre lo que sí hizo hincapié Mikel Rico, consciente del pequeño primer problema.
Una medular inconexa
El plan de Míchel resulta demasiado exigente para según qué piezas. Y comporta riesgo. Si con balón pretende que los interiores estiren para fijar a la medular contraria, sin él pierde ayudas como consecuencia. Mientras Mikel Rico sale reforzado -por capacidad de recorrido… y voluntad-, otros como Juan Carlos o Eugeni no están cómodos. Sea al presionar la salida rival o por la disposición en la propia, los interiores siempre terminan lejos de su mediocentro, lo que exige que deban recorrer mucho campo para volver y ‘proteger’ a Mosquera -en duelos y caídas-.
Juan Carlos y Eugeni lo han sufrido. Ambos brillaron el curso pasado en Segunda, el primero por detrás del punta y, el segundo, con libertad por el costado izquierdo del ataque. Pero ninguno como interior, porque no lo son. Son perfiles muy parecidos y no tienen el recorrido -ni el ritmo- para ofrecer garantías en el contexto actual -sin balón-, lo que obliga que sean otros compañeros los que deban corregir su posición.
Las Palmas lo aprovechó en el segundo tiempo, aunque sin claridad. Y el Dépor no pudo por plan y disposición -un 4-4-2 demasiado rígido-. Pero el Almería lo hizo. Estuvo junto y, al robar, ‘picó’ constantemente la zona de Mosquera, a quien no le daba para estar pendiente de sus dos perfiles, y los locales giraban al Huesca constantemente.
Seoane, ¿opción natural?
Todo ello resulta como consecuencia de cómo se asienta el Huesca con balón. Con los interiores lejos y/o ampliados, y a la misma altura, la mayoría de salidas o se originan por fuera o comportan un pase arriesgado que deba batir líneas a demasiada distancia, y no siempre terminan encontrando al hombre libre por dentro. Para poder progresar de forma más controlada -como en el segundo tiempo de Almería-, los azulgranas necesitan a más gente por detrás del balón para asentarse en campo rival -con criterio- y, a su vez, estar más preparados (juntos) ante pérdida, o para robar arriba o para impedir posibles transiciones.
Resulta, esta, una dolencia que está empezando a dañar a un conjunto cuya arma principal radica en el esférico pero que todavía no parece lo suficientemente preparado para actuar sin él. Quedará por ver si Míchel asume el riesgo y lo compensa -con un central o lateral, quizás- o reajusta su intención -por ejemplo, con alguien cercano al pivote-. Dilema interesante.